El presidente de la Corporación Vitivinícola Argentina (Coviar) es uno de los dirigentes del sector más críticos con las políticas económicas del gobierno. Pide estabilidad y credibilidad. Y en esta entrevista realizada antes de la firma del Tratado de Libre Comercio entre el Mercosur y la Unión Europea, aseguraba que negociar en bloque no le conviene a su industria. El dirigente sanjuanino insiste en sus reclamos pero a la vez destaca los logros del Plan Estratégico Vitivinícola 2020 y anuncia los objetivos del Plan 2030.
Entrevista: Pedro Straniero
Uno de los objetivos declarados del Plan 2020 de la Coviar era lograr que el 10% de las exportaciones mundiales de vinos salieran de Argentina ¿Se alcanzó ese propósito?
Los objetivos que teníamos en el plan 2020, como este que usted menciona con respecto al tema de las exportaciones, está un poco dejado de lado, y no lo podemos alcanzar por los vaivenes que ha tenido la economía. En un contexto de una macroeconomía con tanta fluctuación, para cualquier plan es difícil llegar a los objetivos. El Plan Estratégico 2020 fue ideado en el 2000, cuando las circunstancias del país eran muy distintas. El plan venía marchando perfectamente bien y se venían cumpliendo todas las metas, no sólo en el mercado interno sino también en el externo, en lo relativo al desarrollo de los pequeños productores, la incorporación de tecnología, etcétera… Todo se venía cumpliendo perfectamente hasta alrededor del 2013 o 2014; pero a partir de ahí el país entró en una vorágine y en una decadencia que todos conocemos, y echó por tierra los objetivos del plan. Uno de los objetivos que teníamos era aumentar el ingreso por exportaciones. En 2013 habíamos exportado 1.200 millones de dólares entre todos los productos de la cadena vitivinícola, y en ese momento en la Coviar pensábamos que llegábamos a los 2.000 millones de dólares antes del 2020, pero las condiciones cambiaron rotundamente y nos alejamos del objetivo. Sin embargo, el Plan ha servido para muchas otras cosas, como por ejemplo, en primer lugar, para tener una industria perfectamente organizada, sincronizada, con una mesa de la Coviar donde se sientan los productores, los bodegueros, los fraccionadores, los de la uva en fresco, los de la pasa, todos sentados juntos, cada uno defendiendo sus intereses.
¿Qué le piden la industria vitivinícola y la Coviar en particular al gobierno, qué necesitan del Estado para avanzar en los objetivos requeridos?
Antes de decirle qué solicitamos, primero tengo que aclarar que en la mesa de la Coviar están sentados los gobiernos de la Nación y de las Provincias. El ministro de la Producción de San Juan y el ministro de Economía de Mendoza tienen una silla en el directorio; también está el presidente del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), el titular del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). La ley es muy sabia, porque establece todas esas representaciones, y con las organizaciones y los gobiernos se pueden articular políticas económicas, de producción, sociales, culturales, pero deben ser políticas consensuadas entre la parte pública y la parte privada. Y respondiendo su pregunta, es indispensable que haya estabilidad, esto con mayúscula, estabilidad en lo político y en lo social… Porque si no existen políticas públicas estables, duraderas, con proyección al futuro, nada se puede hacer.
Usted está por concluir su mandato en la Coviar. ¿Hay un plan de continuidad de su gestión? ¿Existen ideas de trabajo para los próximos diez años?
No existe todavía, pero se está trabajando sobre un plan, pero con características distintas al anterior Plan 2020, porque las circunstancias del país obligan a cambiar la proyección. Ante hicimos un plan a 20 años, ahora hay que pensar en objetivos más cortos, por ejemplo a 10 años, y con revisión de objetivos cada 2 o 3 años. Esto debe ser así, repito, por las circunstancia de poca estabilidad, y lo seguirá siendo hasta que seamos un país mucho más creíble, cuando podamos decir “podemos planificar de aquí a 20 o 30 años sin modificar absolutamente nada”, pero eso es Argentina año verde.
¿Cómo se está preparando ese plan ante condiciones tan cambiantes?
El nuevo plan a 10 años ya se está estudiando, se están haciendo foros, se está convocando al INTA , a las universidades, a los gobiernos, a las cámaras, asociaciones, federaciones. Se realizan talleres, reuniones, se va monitoreando el plan y se va definiendo que es lo que queremos a futuro en la vitivinicultura. El objetivo fina del Plan 2030, tal como lo era en el Plan 2020, es que la actividad vitivinícola sea redituable en toda la cadena de valor. Y en esto estamos trabajando muy duro para tenerlo listo a lo sumo a principios del año que viene.
¿Qué posición tiene la Coviar con respecto a la firma de tratados de libre comercio entre Argentina y nuevos países, que permitan un crecimiento en las exportaciones de vino?
A nosotros nos enseñaron que esta industria tenía que ser una industria exportadora. Allá por la década del ’90 nos dijeron: “A todo el vino que hay no nos lo vamos a poder tomar los argentinos; todo el jugo de uva que producimos no lo vamos a poder consumir los argentinos; todas las pasas no las podemos comer los argentinos; ni la uva de mesa y demás derivados de la uva”. Y también nos dijeron: “Ustedes tienen que salir al mercado exterior y traer los dólares que le hacen falta a este país”. Y bueno, aprendimos la lección, desde el campo hicimos los deberes renovando variedades, desde las bodegas tecnificándonos, igual que en los galpones de empaque y los paseros… Entonces, ahora hay que trabajar mucho en el tema arancelario, y eso es una cuestión de Cancillería y del Gobierno nacional. Argentina es un país al que se le reconoce la calidad de sus productos, Argentina es un país que cuando sale al mundo con su jugo de uva, con sus vinos, demuestra que está a la altura de los mejores del mundo en calidad, pero hay que ser competitivos, y la competividad está dada por las relación entre precio y calidad. Tenemos que tener buenos precios, porque el mercado internacional ya no regala nada, ni un centavo… Y aquí nos encontramos con las barreras arancelarias, que inciden para que los productos no se puedan colocar en el mercado a mejor precio. Un ejemplo: en el mercado internacional del jugo de uva, para entrar con una tonelada de mosto, o mosto concentrado, o jugo de uva a Estados Unidos, Argentina tiene que pagar el famoso arancel de 136 dólares la tonelada, cuando nuestro vecino Chile, gracias a su tratado de libre comercio con EEUU, entra con 0% de arancel.
¿Cuál es la traba para firmar más tratados de libre comercio? ¿Quién se opone? ¿Por qué el gobierno no los termina de gestionar?
Es un resorte de Cancillería, obviamente, pero Argentina está atada al Mercosur, y el Mercosur negocia todo en bloque, cuando cada país tiene situaciones en particular… Pasa que en una negociación con la Unión Europea, lo que le puede convenir a Brasil o Uruguay no es lo mismo que le conviene a Argentina. O sea, negociar en bloque todas las situaciones no le favorece a nuestra vitivinicultura. Y para negociar, repito lo que dije antes, Argentina tiene que ser creíble en el mercado internacional, tiene que ser estable, tiene que ser un país sustentable en el tiempo, que respete sus compromisos en el tiempo, y si no somos creíbles, todo se viene abajo.
Cambiando de tema y metiéndonos en la elaboración y la regulación del vino… A principios de este año, el INV emitió una resolución que blanquea el agregado de agua exógena al vino, permitiendo que tenga hasta un 2,8% de esa agua en la que se diluyen los agregados sólidos como la levadura. Y la gente que no está en la industria, puede pensar “cómo le van a meter agua al vino”. ¿Está bien esto? ¿Está bien ese tope del 2,8%, cuando por ejemplo en Chile se permite hasta el 7%?
Yo no voy a responder esto como presidente de la Coviar, porque la Coviar entiende sobre cuestiones estructurales, no coyunturales… Pero sí voy a responder como presidente de la Cámara de San Juan. A mí me parece que vamos blanqueando una situación, y para terminarla de blanquear hay que aggiornar la ley 14878 que rige la actividad vitivinícola del país y cuya autoridad de aplicación es el INV, el cual controla, fiscaliza, desarrolla y organiza la vitivinicultura. Hay que aggiornar esa ley, que es de 1959, a las situaciones actuales.
Esa ley establecía que el vino debía tener un 0% de agua…
Es que 1959 no se conocía todavía este tema de levaduras seleccionadas, de las enzimas y de otros insumos que hoy se utilizan en la industria vitivinícola, a las que el INV permite diluir en agua, porque no podemos hacerlo de otra manera. Eso en el año 59 no existía, entonces decíamos “bueno, tiene que tener cero por ciento de agua”, pero ahora no podemos decir lo mismo… Así que por un lado, el INV nos está permitiendo diluir determinados insumos en agua, y por otro lado nos estaba diciendo que los vinos deben tener cero por ciento de aguay. Había, evidentemente, una contradicción que ahora se blanqueó. Yo no sé si el límite máximo de 2,8% es lo correcto o no , sobre eso habría que hacer un estudio más profundo.
La industria enfrenta varios problemas, pero a pesar de ello la Coviar ha conseguido agrupar a todos los actores…
La Coviar está trabajando hoy con la misma fe, la misma responsabilidad y el mismo ahínco con que trabajó desde su inicio. Es una mesa de consenso que debemos aprovechar. Es cierto que la industria está pasando por un mal momento, como lo está pasando el país, pero es una cuestión coyuntural, esto no puede seguir así, no podemos seguir teniendo tasas del 70 o del 80% y que nadie se fije en la producción, en algún momento nos vamos a tener que dedicar nuevamente a pensar cómo podemos producir más, porque Argentina tiene todas las posibilidades, somos 45 millones de personas pero podemos producir para 140 millones, o sea que podríamos exportar el excedente y vivir dignamente como corresponde… Y no me refiero sólo a la industria vitivinícola, sino a la industria en general, a las de la Pampa Húmeda, a todas las industrias regionales. Lo que pasa es que hay que ordenar al país, eliminar los déficit fiscales, no se puede gastar más de lo que entra, así que no queda otra que producir. A nosotros nos enseñaron nuestros padres que hay que producir, eso es lo que lleva a un país a ser rico y codiciado.
Incluso en este contexto desfavorable la Coviar también construye mirando al futuro, como por ejemplo el laboratorio enológico que se acaba de inaugurar en San Juan…
Sí, es un laboratorio no sólo para San Juan sino para toda la industria del país. Se pueden hacer análisis en tiempo récord, y con costos muy inferiores a los que se tenían hasta ahora. Y con calidad, seguridad y exactitud, gracias al instrumental de alta generación que se ha adquirido. Este laboratorio responde al proyecto Fortalecimiento a la Innovación Tecnológica del Aglomerado Industrial Enológico, gracias a un convenio para otorgar financiamiento entre la Coviar y el Fondo Tecnológico Argentino (Fontar). El nuevo laboratorio tuvo una inversión total de 1,2 millones de dólares. Fue construido un nuevo edificio, con equipamiento moderno, para lo cual el Fontar aportó un subsidio de aproximadamente 650.000 dólares. El monto restante lo aportó la Cámara Vitivinícola de San Juan (250.000 dólares) y el Ministerio de Producción y Desarrollo del Gobierno de la Provincia de San Juan (300.000 dólares) financió la obra civil, en un claro esquema de articulación entre el sector privado, el sector científico-académico y el sector público.
Una muestra de colaboración entre la parte privada y la estatal…
Yo siempre digo que si no hay articulación entre la parte pública y la parte privada, todo se hace mucho más difícil para cualquiera de las dos partes. Así que estamos muy contentos.
¿Cómo hacen las bodegas para acceder a los servicios del laboratorio?
Cualquier bodega puede acceder a los beneficios y alcances del laboratorio. Cada bodega puede requerir distintos servicios en cuanto a los análisis. Por ejemplo, hay bodegas que quieren que les vayan monitoreando todo lo que son los trabajos de fermentación, otras los mostos y jugos de uva… Hay algunas bodegas que requieren análisis para sacar sus productos al mercado interno, y hay otras que trabajan en el mercado externo y necesitan otra clase de análisis, de acuerdo a lo que les exigen afuera. Ahora, los técnicos están poniendo a punto todo el instrumental; está viniendo gente de las diferentes fábricas de insumos para calibrar los aparatos, para capacitar a la gente que trabaja en el laboratorio, para que todo funcione a pleno cuanto antes.