La biodiversidad en las fincas, la vitivinicultura sustentable, el uso eficiente del agua de riego y la producción de uvas y vinos orgánicos son prácticas virtuosas cada vez más apreciadas por el consumidor argentino, a la vez que agregan valor a la hora de exportar a los exigentes mercados de Brasil, Estados Unidos, China y la Unión Europea.
Con esta doble finalidad de cuidar la ecología y perfeccionar la calidad de los productos, la bodega mendocina Argento -integrante del Grupo Avinea, propiedad del empresario santafesino Alejandro Bulgheroni- está desarrollando la iniciativa «Matriz Viva» junto a instituciones público-privadas como la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo), el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y el grupo de empresarios agrícolas CREA.
La Bodega Argento, con planta de elaboración en Maipú, Mendoza, y viñedos en esa misma zona y también en Valle de Uco, de esta misma provincia, presentó a fines de setiembre pasado su iniciativa «Matriz Viva», que, según detallaron sus directivos, «está vinculada a estudiar la biodiversidad y mejorar las condiciones de producción de vinos en convivencia armónica con el ecosistema de la región».
Este plan de investigación, encarada en conjunto con la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo), el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y la agrupación de empresarios agrícolas argentinos CREA, forma parte de un proyecto mayor, el llamado Plan Agrícola 2025 de la empresa, cuyo objetivo es duplicar la superficie de viñedos orgánicos que hoy tienen, de 322 hectáreas con producción orgánica, a 650 hectáreas orgánicas para el año 2025.
«Estamos enfocados en desarrollar productos de alta calidad para liderar la vitivinicultura sustentable en Argentina«, comentó al respecto Juan Pablo Murgia, gerente de Enología de la bodega.
Qué es el proyecto «Matriz Viva»
Este plan consiste en un desarrollo a cargo del área de Investigación y Desarrollo (I+D) de la bodega, en colaboración con instituciones público- privadas como el INTA, la UNCuyo y CREA. Tiene como focos 5 ejes: el agua, los microorganismos, el suelo, la planta de la vid y el medio ambiente.
«Este proyecto nació y se desarrolla con el fin de conocer y entender a los organismos vivos, agua, suelo y medio ambiente, que cohabitan en el ecosistema vitícola para lograr una convivencia sustentable», comentó sobre el tema Cecilia Acosta, gerente agrícola de Bodega Argento.
La idea, según detallaron los responsables, es poder conocer toda la biodiversidad del ecosistema que habita en el viñedo, y así entender cuál es la función de cada insecto, cada microrganismo, cada flor, y saber qué beneficios aportan a la tierra, para controlar de manera natural las plagas y tener un viñedo sano y productivo de manera sustentable, dejando un suelo en condiciones para las generaciones futuras.
En la presentación del plan, la bodega aportó estudios propios sobre el consumo de productos orgánicos, una tendencia que va creciendo fuertemente en Europa y también en Argentina. Según este relevamiento de datos, más del 60% de los consumidores le otroga mucha importancia a los productos sustentables. En cuanto a los cortes por rango etario, entre las personas más jóvenes (de 18 a 44 años) más del 65% declaran considerar importante que el producto sea sostenible; en tanto, entre los mayores de 45 años, sólo la mitad toma en cuenta estos aspectos. En relación a si el envase del vino es o no ecológico y sustentable, el 75% de los consultados respondió que le parece muy relevante a la hora de tomar una decisión de compra.
El servicio ecosistémico de las flores
El periodista especializado en temas agrícolas Matías Longoni, de la web Bichos de Campo, publicó recientemente una entrevista a la ingeniera Cecilia Acosta, en la que la agrónoma explica en detalle el proyecto.
Según contó Acosta, ellos practican la denominada «vitivinicultura de precisión», que contempla exhaustivamente cada aspecto de la producción. Una de las fincas de Argento se dividió en 75 bloques, cada uno de ellos con una variedad de uva que se adapta al tipo de suelo, y cada uno provisto de un sistema de riego inteligente que reparte por goteo las dosis justa de agua. A su vez, este circuito de dosificación de agua es nutrido por un reservorio ubicado en la parte más elevada de la finca, a unos 1.100 metros sobre el nivel del mar.
En este esquema orgánico -indicó la ingeniera- todo se fertiliza con abonos orgánicos, sobre todo guano (excrementos) de cabras. Las tareas culturales se complementan con máquinas que, cada tanto, pasan entre las hileras para erradicar malezas. La cosecha de uva se hace a mano, de modo tradicional, sólo por cuadrillas que tienen trabajadores contratados «en blanco». A su vez, la certificación de «Comercio Justo» que ha logrado Argento les permite a los cosechadores cobrar un dinero por cada botella que se vende con ese sello.
Acosta agrega que, junto a la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNCuyo, están investigando «el impacto de flores en el interfilar de un viñedo orgánico». Los ensayos se realizan desde hace dos años, por lo que aún -aclara la agrónoma- sus resultados son preliminares y se requerirá más tiempo para sacar conclusiones definitivas.
Entre los viñedos hay filas de flores y plantas autóctonas cultivadas y cuidadas minuciosamente. Como se advierte a simple vista, a ambos lados y en los extremos de las hileras hay rosas y otras flores equidistantes entre las espalderas. Acosta indica que estos ensayos son algo novedoso en la vitivinicultura local e internacional. La idea es la de probar los «servicios ecosistémicos» que pueden brindar distintas plantas nativas de esta región mendocina a un esquema de vitivinicultura orgánica. Es decir, se trata de investigar si hay flores que puedan reemplazar a los herbicidas, a los insecticidas y hasta a los fertilizantes.
Por ejemplo, la Gazania nivea, especie con unas flores amarillas parecidas a las margaritas, que sólo se abren cuando hay sol. En los estudios, han notado que ofrecen un control efectivo contra los nemátodos (gusanos) y que hasta podrían tener efecto insecticida sobre ellos, pues poseen algunas sustancias tóxicas o precursores de ellas. Pero a la vez, la hilera de flores aporta un excelente control de malezas. Y además podría funcionar como planta huésped de coleópteros (escarabajos) en época de floración.
La Achillea fillipendulina también se estudia como huésped de diversos insectos como mariposas, chinches, pulgones y hormigas. El concepto es que si las flores los atraen más, pues estos grupos de insectos no se dedicarán a atacar las vides. La implantación de estas flores es además un modo efectivo de controlar malezas en la primavera.
Hay otras especies en estudio, alrededor de una docena, entre las que sobresalen la Dimorphoteca eklonis y la Salvia microphylla, que también son características de esta región. Pero los ensayos incluyen plantas algo más vulgares, como la rúcula silvestre (que también atrae insectos), la mostacilla (que realiza un aporte significativo de nitrógeno) o la Glandularia, que tapiza el suelo en cierta época dle año evitando la competencia de malezas.
Hormigas custodios de la biodiversidad
Según explica en su nota Longoni, la bodega ha firmado un convenio paralelo con al INTA, cuyos técnicos se enfocan justamente en determinar cómo estos grupos de flores pueden servir a los viñedos como custodios de la biodiversidad y a la vez como reemplazo de insecticida, por actuar atrayendo cierto tipo de insectos que otro modo atacarían las uvas. El nombre técnico del ensayo es «La biodiversidad funcional de artrópodos asociados en los interfilares enriquecidos con 9 especies florales». Y los resultados vienen siendo prometedores.
Por último, Acosta relata que otro de los grandes problemas que enfrentan los productores orgánicos de vinos son las poblaciones de hormigas, que parecen indomables. Entre estas hormigas, las «cortadoras» de hojas son las peores. En este caso, la estrategia no es eliminar los hormigueros sino «invitar» a las colonias a mudarse de lugar, algo más lejos de las plantas, y para ello en este viñedo han dejado espacios libres y sin implantar.
Los investigadores vienen detectando incluso algunos «servicios ecosistémicos» que brindan a estos esquemas productivos las poblaciones de hormigas, como por ejemplo que tienen relaciones mutualistas con otros insectos como los pulgones; o las hoRmigas granívoras, que se encargan de la dispersión de semillas de plantas; o las que polinizan algunas plantas o son fuente de alimento a otros depredadores; también con algunas especies que, por la gran cantidad de galerías que caban para sus nidos, favorecen a la aireación del suelo; y hasta las que favorecen la degradación de la materia orgánica.
Por último, Acosta cuenta: «El asunto de los flores comenzó como un tema estético… Nos pusimos a pensar cómo decorar nuestros viñedos de modo distinto. Empezamos a poner flores que también debían haber sido producidas de manera orgánica. Entonces fue un desafío encontrar esas flores. Fue la Facultad de Ciencias Agrarias la que tuvo que empezar a hacerlo. Una vez que las vimos lindas nos preguntamos qué servicios ecosistémicos nos pueden brindar aparte de ser vistosas. Y así, haciendo, es como uno va creciendo».