Hace 19 años en San Carlos un grupo de mujeres que producían alimentos sanos y de calidad entendió la importancia de unirse a otros productores que tenían el mismo objetivo. Así nació «Crece desde el pie», una organización conformada por once grupos de trabajo que controlan toda la cadena productiva, desde la semilla hasta la comercialización.
Integrada por ochenta familias del Valle de Uco esta organización produce alimentos sanos y de calidad, en forma colectiva y sin patrón. Demostrando que existe otro modelo agrícola.
La organización, con base en San Carlos y Tunuyán, creció en estos años. Tiene –tal como la llaman– una fabriquita donde elaboran conservas, salsas y dulces; una pequeña bodega donde producen vino, y el último logro, un local de venta ubicado en La Consulta, donde quien atiende le cuenta al consumidor qué manos cuidaron esas lechugas que comerá o cómo se hicieron esos duraznos en almíbar, quién los plantó y cómo los cultivaron libres de agroquímicos. El resto de la producción la venden a través de redes de comercio justo en Buenos Aires, Córdoba, Neuquén y Mendoza, en este último caso, por intermedio del Almacén Andante. https://www.facebook.com/almacen.andante/
En «Crece desde el Pie» no hay alguien que manda y otros que obedecen: hay un trabajo colectivo, un esfuerzo compartido. Alejandrina Zotelo (33), encargada de la comunicación y elaboradora de vino, dice que aspiran a lograr una producción agroecológica y explica qué significa el concepto: diversidad de productos, asociación de diferentes cultivos, no utilización de agroquímicos y una mirada social, no sólo al interior de la organización, sino también hacia afuera, porque entienden que consumir alimentos sanos es un derecho de la comunidad.
Época de producción
La fábrica está ubicada en el corazón del barrio La Amistad, de La Consulta donde se concretó una política pública hecha a medida de las familias campesinas, porque no sólo accedieron a una vivienda, sino también a una pequeña porción de tierra para cultivar.
Sobre una de las paredes se destaca una bandera con el logo de la organización: un árbol enorme en cuyas ramas están las manos que producen, los productos que elaboran, el sol, la tierra, el agua, todo los elementos que conforman la diversidad que los define.
Alicia Arenas (65) una de sus miembros, dice que aprendió mucho sobre la elaboración sana de alimentos, que antes creía –como muchos consumidores– que las mejores verduras y frutas eran esas hermosas por fuera, sin una manchita, pero ahora aprendió que para lograr esa perfección utilizaron agroquímicos durante el cultivo.
Alicia ingresó a la organización con su esposo Julio Morales (76) hace diez años. La define como una gran familia, en la que se tratan bien, en la que existe mucha colaboración y en la que cada mujer y varón son importantes porque aportan un producto de calidad, elaborado sin agrotóxicos.
Ahidees Quiroga (59) destaca el trabajo colectivo, dice que es muy distinto a sus anteriores empleos en una finca, donde había un patrón. Ahora todo se decide en grupo y la opinión de cada uno es importante.
Mientras manipula la máquina que tritura los duraznos, Maximiliano Rivamar (26), dice que es bueno tener la libertad de tomar decisiones sin que mande un patrón. El joven cultiva verduras en un predio destinado para ese fin en el INTA de La Consulta, donde aprendió mucho, y forma parte del grupo que elabora el vino. Su aspiración es tener un ingreso regular que le permita seguir viviendo donde le gusta y haciendo lo que le gusta.
Trabajo colectivo
Liliana Vilca (35), productora de conservas, explica qué significa eso de trabajo colectivo, autogestivo y sin patrón. Cuenta que todo se decide en grupo, en una reunión anual y en las mensuales, donde determinan qué y cuánto elaborarán, a quién comprarán materia prima cuando les falta, cuánto se pagará por la hora de trabajo y cuánto le costará el producto al consumidor.
Liliana dice que aprendieron –y aprenden– a tomar decisiones, ya que no es fácil. Aunque todos los integrantes tienen en común que producen un alimento sano, además cumplen distintos roles en las organización: unos se encargan de las semillas que se plantarán, otros y otras del trabajo de la huerta y los frutales, de la comercialización, de la gestión de proyectos y de la comunicación. Subraya que cada persona es importante porque contribuye al funcionamiento general.
Producir alimentos sanos, dice Liliana, también fue un aprendizaje, porque algunos cultivaban con la utilización de químicos y mutaron –no sin esfuerzo– a una producción 100 % natural. La mujer asegura que el modelo productivo que impulsan es la contracara del agronegocio. “Mostramos que se puede trabajar distinto y la gente lo está viendo. No somos cien locos haciendo cosas raras por amor al arte. No, nos mantenemos con esto, es productivo para nosotros, porque trabajar de esta manera nos hace bien, a diferencia de otro tipo de trabajo que es extractivista, donde hay explotación”, detalla.
De la huerta al consumidor
Julio Morales (76) es uno de los que aprendieron a producir alimentos sanos en su huerta, ubicada a pocos metros de su casa. Cuenta que toda la vida trabajó en la viña, pero que esa labor es muy distinta a la chacra, por lo que de a poco fue conociendo los secretos de cultivo de las verduras de estación. En diciembre –cuenta– cayó piedra, lo que afectó a las plantas de tomate, pero en cambio las chauchas, los zapallitos y las lechugas crecieron sin problemas.
Julio dice que integrar la organización es positivo, que son como una familia, que no hay conflictos sino trabajo y colaboración, y un aprendizaje permanente.
Las verduras que Julio y los otros huerteros cosechan a diario se venden en el local que la organización tiene en el centro de La Consulta, en calle Ejército de Los Andes y Ricardo Bustos. Ahí, además de esos alimentos frescos, están disponibles todos los productos que elaboran los otros grupos: conservas, dulces, jugos naturales, vino, miel, especies, deshidratados, huevos caseros.
En una pequeña pizarra pegada al lado del mostrador, están los turnos de atención del local que deben cumplir los integrantes; un trabajo que hacen en forma voluntaria porque decidieron donar esas horas, no cobrar por ellas.
Para contactar a Crecen desde el Pie: https://www.facebook.com/Crecedesdeelpie.MZA/
Fuente: Unidiversidad