En términos globales, la evolución del comercio se verá condicionada por la política económica y arancelaria de Estados Unidos. Dentro de las principales potencias, China sufrirá en menor medida los efectos de la guerra comercial y Europa podría recibir un impulso a través de las importaciones, lo que adelanta un cambio significativo en los patrones comerciales que se habían venido desarrollando hasta ahora.
La moderación del comercio global por el impacto de la escalada arancelaria que Estados Unidos ha impuesto a muchos países, con la consiguiente respuesta de subas de tasas de esos países, marcará el ritmo del consumo y la producción alimentaria en los próximos meses y en el año 2026.
El comercio mundial afronta una etapa de ralentización que condicionará la evolución del consumo alimentario a corto y medio plazo. Según los últimos análisis de Crédito y Caución -compañía de seguros de crédito interior y a la exportación en España-, el crecimiento global apenas alcanzará un aumento del 1% en 2025, lastrado por la escalada arancelaria y la incertidumbre política. Para 2026 se espera un leve repunte del 2%, impulsado por la adaptación de los mercados y los cambios en los patrones de demanda.
El freno del comercio global y su impacto en la alimentación
El comercio internacional comenzó en 2025 con un dinamismo inesperado, gracias a la anticipación de pedidos de exportación y a la acumulación de existencias, pero se ha frenado con fuerza en el segundo semestre, especialmente en Estados Unidos, Canadá y México. Esta ralentización rompe con la tendencia de crecimiento inicialmente esperada. El comercio mundial había experimentado un ligero repunte del 1,8% en 2024, tras contraerse en 2023, por lo que se preveía que continuara recuperándose en 2025.
Uno de los factores que explicaban estas estimaciones al alza era la evolución positiva de los nuevos pedidos de exportación. Sin embargo, éstos han vuelto a entrar en terreno negativo por la guerra arancelaria, que también está diseñando un nuevo mapa comercial en el que América del Norte va teniendo menos protagonismo.
En Europa, el estudio de la aseguradora de crédito contempla un crecimiento de la producción interna y un débil repunte de las exportaciones, del 0,6% este año y del 0,1% en 2026. Esto se debe en gran medida a la menor demanda mundial de bienes y a la pérdida de competitividad de los precios en el mercado estadounidense. La apreciación del euro frente a otras monedas amplificará estos efectos.
Este cambio de tendencia afecta de forma directa al sector alimentario, muy dependiente de las exportaciones y de la estabilidad de precios de materias primas como cereales, aceites o proteínas animales.
La industria alimentaria ante un nuevo mapa comercial
El encarecimiento de los aranceles y la fragmentación de las cadenas logísticas están configurando un nuevo escenario global. Las empresas alimentarias europeas están diversificando mercados y apostando por relaciones comerciales más estables dentro del continente, al tiempo que reducen su dependencia de Estados Unidos y Canadá.
Según los analistas, esta «regionalización» del comercio podría favorecer a los productores de proximidad y a las pymes el sector agroalimentario, que verán aumentar su protagonismo en el abastecimiento interno. Sin embargo, también implicará una mayor competencia por el margen y una exigencia creciente en eficiencia energética, trazabilidad y sostenibilidad, factores clave en las decisiones de compra de los consumidores.
El consumo en 2026: sostenibilidad y adaptación
Las previsiones de la aseguradora española Crédito y Caución apuntan a un leve repunte del comercio mundial en 2026, en torno al 2%, una vez que los mercados se ajusten al nuevo equilibrio de precios y flujos logísticos. En el caso del consumo alimentario, se prevé una recuperación gradual, con una demanda más selectiva y centrada en productos sostenibles, de origen local y con menor huella de carbono.
Este cambio de mentalidad se refleja ya en la industria, que acelera la digitalización y la inversión en innovación para anticiparse a las nuevas pautas de consumo. Los fabricantes y distribuidores coinciden en que el crecimiento futuro dependerá menos del volumen y más del valor añadido: calidad, información nutricional y compromiso ambiental.
Perspectivas: hacia una mayor eficiencia y resiliencia
La incertidumbre comercial seguirá siendo un factor determinante en el corto plazo, pero el sector alimentario parte de una posición relativamente sólida. Europa mantiene un tejido industrial diversificado, con capacidad de adaptación y un mercado interno estable. Las políticas comunitarias orientadas a la sostenibilidad y al refuerzo de la autonomía alimentaria podrían mitigar parte del impacto externo.
A medio plazo, la evolución del consumo dependerá de la confianza de los hogares y de la capacidad de la industria para trasladar los costos sin perder competitividad. En este sentido, la ralentización del comercio puede convertirse también en una oportunidad para consolidar modelos productivos más eficientes y sostenibles.
Fuente: Interempresas












