En el Día Internacional de la Tierra, dialogamos con Juana Coronel -chasqui de la comunidad colla Queyunp en Mendoza- y con Gabriela Céspedes -encargada de la comunicación, experta en agricultura familiar y defensora de los derechos de los pueblos originarios-, de la misma agrupación. Es que los collas, como otros pueblos autóctonos, mantienen vivo el culto a la Pachamama y nos enseñan su valor. Por otro lado, consultamos al ingeniero agrónomo Martín Betancud, quien reflexiona sobre el cuidado del planeta y de los cultivos. Los tres coinciden en que el suelo está vivo y en que, si se enferma, también nos enfermamos nosotros.
Entrevistas: Lorena Mellone y Pedro Straniero
Quienes hacemos Enolife tuvimos el privilegio de conocer el trabajo y escuchar la dulce voz de Juana Coronel, chasqui de la comunidad colla Queyunp en Mendoza. Si bien este pueblo celebra a la Pachamama (Madre Tierra) en el mes de agosto, según su calendario agrícola, consideramos muy oportuno escuchar el mensaje de Juana, justamente hoy, Día Internacional de la Tierra.
“Mi nombre es Juana, soy orgullosamente colla”, comienza relatando la referente de la comunidad.
“A esta pandemia que estamos viviendo la tomo como un hilo de luz hacia nuestra conciencia, hacia nuestro corazón -reflexiona Juana-; tenemos que dejar de pensar en la Pachamama solamente como objeto de extractivismo. ¡Tenemos que parar un poco! No sé si todos se darán cuenta, pero hoy por esta pandemia estamos más unidos a las familias, nos podemos ver más cara a cara, podemos hablar, convivir, no estar contaminando el aire que todos respiramos y necesitamos para vivir.”
Juana es chasqui, o sea una mensajera, una comunicadora de noticias y el nexo entre su comunidad y el resto de la sociedad. Y también el vínculo entre los que pueden expresarse y los que no tienen voz. Y desde esa misión asumida, explica cómo piensa y siente su gente: «Esa es la cosmovisión de nuestro pueblo, vivimos en armonía, nosotros somos el pueblo colla y siempre hemos estado al lado de nuestra Pachamama cuidándola, mientras que otras personas sólo piensan en el bien ganancial… Nosotros, al contrario, ya que el tener el alimento que nos da la Pachamama es algo que no paga ni todo el oro del mundo. Así es como piensa una mujer colla, que trabaja la tierra, que es madre… Estas son mis humildes palabras, pero a la vez un fuerte llamado a la conciencia de la humanidad a la hora de cuidar a la Pachamama, nuestra Madre Tierra, a la que no me refiero como objeto sino con un sentido de pertenencia, de cuidado hacia ella».
“Nosotros le pertenecemos a ella, no ella a nosotros -enfatiza Juana-; somos sus hijos y como tales tenemos la obligación de cuidarla”. Y sigue, con sentida devoción a la Pachamama: “Tenemos una conexión espiritual con ella, sentimos que es un ser vivo, como nosotros, pero más especial, porque en ella construimos nuestros hogares, de ella nos alimentamos, sobre ella apoyamos nuestras pertenencias, ella nos contiene y nos cuida. De la misma manera que nosotros pasamos nueve meses en la panza de nuestras mamás, conectados por un cordón, así también lo estamos con ella”.
Juana, también respetuosa de esta fecha en que otras sociedades y pueblos festejan el Día de la Tierra, aprovecha para explicarnos la importancia que tiene para su pueblo la celebración de la Pachamama en agosto: “El 1 de agosto es cuando comenzamos a ofrendarle nuestros alimentos, es el momento levantar la cosecha y volver a sembrar, es un cambio de ciclo que agradecemos profundamente a la Pachamama”
Una pausa para escuchar esta hermosa canción con la voz de Pocho Sosa, música de Eduardo «Speedy» Ocaranza, con letra de Pedro Straniero y Andrés Gabrielli:
Los collas, un pueblo ancestral que vino del Altiplano
De la existencia del pueblo colla o kolla se tienen noticias al menos desde fines del siglo XII, en el ocaso del Imperio Tiahuanaco, en torno al lago Titicaca, entre Bolivia y Perú. Luego, en el siglo XV, el territorio ocupado por los collas fue ocupado por los Incas, pueblo del que heredaron la lengua quechua.
Con el tiempo, los collas se fueron enriqueciendo con el aporte de varios otros grupos étnicos originarios. A la población de origen omaguaca, diaguita y atacameña, los incas les sumaron grupos de mitimaes, principalmente chichas, que dieron comienzo al mestizaje que continuó con las encomiendas y traslados poblacionales que efectuaron los españoles.
Según el último censo de 2010, con cifras desagregadas por el Indec y el Inai de Argentina, para ese año vivían en Argentina 70.505 personas kollas, constituyendo la segunda comunidad autócotona después de los mapuches.
La comunidad colla Queyunp en Mendoza
Gabriela Céspedes (33), integrante del Consejo de Mujeres de la comunidad colla Queyunp, a la vez que ferviente defensora de los derechos de los pueblos originarios, nos arrimó el siguiente resumen de la comunidad colla afincada en nuestra provincia:
«La comunidad en Mendoza se llama Queyunp, que significa ‘quebrada, valle y puna’. Nuestros antepasados creían en la Pachamama y en el tata Inty. Tenemos nuestras sedes en los departamentos de Junín y Maipú.
«Nuestros abuelos nos transmitieron su sabiduría, nos enseñaron a valorar la vida, respetar la naturaleza y agradecer a la Pachamama por los alimentos que se producen en ella, así como por el agua que nos da vida. Nos enseñaron a cultivar nuestros propios alimentos, como el maíz, la papa andina, la quinoa, la oca, a elaborar las comidas típicas del pueblo colla a base de charqui (carne seca), de papas andinas, de maíz, como el tamal, la humita en chala, y así también nuestras bebidas típicas como la ulpada y la chicha.
«Llegamos a Mendoza por motivos de trabajo, y aquí actualmente conformamos nuestras familias sin olvidarnos de nuestra identidad colla, que fue trasmitida de generación en generación, en la que preservamos aún nuestra identidad con las fechas sagradas como son la ceremonia a la Pachamama y el Día de los Fieles Difuntos, cuando les ofrecemos una mesa de comida típica a nuestros muertos queridos, la comida que a ellos les gustaba. Muchos abuelos collas que ya no están trabajaron la tierra mendocina produciendo alimentos hasta el final de sus días, transmitiéndonos la identidad, la cultura colla, de generación en generación.
«Desde la época de nuestros antepasados se sigue practicando la minka, tanto para la siembra de las hortalizas como para levantar una casa, a cuyo término se realiza la flechada.
«Actualmente, los integrantes de la comunidad trabajan la tierra como agricultores familiares; las mujeres bordan, tejen y cultivan, se intercambian las verduras entre las familias; también trabajamos en la época de cosecha de uva, fruta y aceituna en Mendoza. Como comunidad, aspiramos a acceder a tener una tierra comunitaria en la que se pueda trabajar de manera natural, sin contaminar, y cultivar las verduras en forma diversificada y con espíritu comunitario.
«Vivimos de forma comunitaria y nos reconocemos como parte del pueblo originario colla con nuestra cosmovisión y forma organizativa del Buen Vivir. Uno de los principios fundamentales para el funcionamiento de la comunidad es la solidaridad».
El cuidado de la Madre Tierra, desde la agroecología
Para sumarse a la celebración del Día de la Tierra, nuestro amigo y colaborador, el ingeniero agrónomo Martín Betancud, aportó las siguientes reflexiones, que incluyen útiles datos a tener en cuenta:
«La Madre Tierra es nuestro hogar y no lo estamos cuidando. Los cambios climáticos, el calentamiento global, la pérdida de la biodiversidad, la contaminación, están influyendo en disminuir nuestra calidad de vida y nos enfrentan a nuevos problemas. Y habrá que analizar cuánto tuvo que ver todo esto en el avance del coronavirus.
«Un suelo muy agotado por el abuso de agroquímicos tiene falta de materia orgánica, de microorganismos benéficos, es un suelo muy mineralizado que esta más accesible para que los hongos y microorganismos patógenos a la hora de realizar un cultivo puedan atacarlo. Al utilizar agroquímicos como método de control, lo que se genera es una predisposición energética de los insectos y de los hongos a que la planta sea a atacada, porque le desconfigurás su bioquímica.
«La pérdida de la biodiversidad genera menos resiliencia, tanto en nosotros los humanos como en las plantas, y en ese sentido es muy importante el cuidado del suelo, para lo que la agroecología cumple un rol fundamental. La agroecología entiende al suelo y a la tierra como un ser vivo, en el que además de habitar nuestros cultivos, habitan hongos, bacterias, actinomicetos, protozoarios y algas que cumplen una misión fundamental cada uno de ellos. Un suelo enfermo genera productos con menor valor nutricional, generando a su vez una población con más riesgos de salud.
«Por lo tanto, hay que abandonar el concepto de que el suelo o tierra sólo son soportes de plantas para todos nuestros sistemas agrícolas, y adoptar el concepto de que el suelo está vivo, se alimenta, se reproduce, respira y, si no lo cuidamos, puede morir. Uno de los componentes más importantes que tiene el suelo son los microorganismos, de hecho el suelo se compone de microorganismos en constante trabajo y reproducción. Al cuidar la tierra y no matar estos microorganismos, se mantiene al suelo vivo.
«Esto se puede lograr fomentando la producción de humus, la utilización de materia orgánica para lograr una planta equilibrada que genere proteínas complejas, una planta a la que no puedan ingresar microorganismos y plagas patógenas.
«En definitiva, creo que la agroecología, que busca cuidar la tierra, tiene mucho para aportar; en este sistema hay lugar para todos, mientras que en el sistema convencional no lo hay, lo que lleva a expulsar actores y productores, como ocurre en el caso de la vitivinicultura».