Recientes desarrollos tecnológicos en los principales países vitivinícolas, en especial en España, han actualizado en Argentina la idea de extraer bioetanol de los residuos de la elaboración del vino.
En Mendoza, el bioingeniero José Andrés Linares Díaz, egresado de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Cuyo, elaboró primero una tesis académica y luego, ya recibido, un proyecto concreto -fruto de exhaustivas investigaciones y experimentos- para convertir la biomasa que queda tras los procesos de vinificación en el alcohol vegetal que se utiliza para combinar con combustibles derivados del petróleo y fabricar alconafta.
Aunque en la actualidad los biocombustibles no pueden competir con los combustibles fósiles en términos de precio y disponibilidad, los niveles crecientes de dióxido de carbono en la atmósfera de nuestro planeta son lo suficientemente preocupantes como para investigar nuevas materias primas para los biocombustibles.
Sin embargo, la tarea no es fácil, ya que hay que intentar evitar la competencia con cultivos alimentarios y, por tanto, eludir utilizar tierras fértiles. Así, el uso de materiales de desecho de la industria agroalimentaria parece una buena opción.
Rédito para la provincia
La investigación y el proyecto del joven Linares Díaz, según detalla el propio autor, “pretende valorizar uno de los principales residuos de la industria vitivinícola para producir bioetanol. Los orujos (hollejos, pepitas y escobajos) de uva blanca que se pretenden utilizar están conformados por los sólidos que se descartan después del prensado de la uva en la elaboración del vino blanco, residuo que supera las 66.000 toneladas anuales en la provincia de Mendoza. A partir de la fermentación de estos orujos, se producirá bioetanol de segunda generación, un biocombustible que proviene de desechos agroindustriales y no de alimentos, lo que lo diferenciaría del bioetanol actualmente generado en la Argentina. De esta manera, se pretende suplir parte de la demanda anual de este biocombustible en Mendoza, la cual se situó en los 180 millones de litros en el año 2016. Este elevado consumo de la provincia se desprende del hecho de que, actualmente, todas las naftas comercializadas en la Argentina deben estar cortadas en un 12% con este biocombustible (Ley 26.093)”.
El rédito económico posible de la fabricación y comercialización del bioetanol de orujos de uva blanca surge del mayor rendimiento de esta biomasa en comparación con el obtenido de los otros dos vegetales que se utilizan para este fin en Argentina. Veamos: de 1 tonelada de residuos de maíz seco se obtienen 420 litros de bioetanol; de 1 tonelada de residuos de caña de azúcar seca se obtienen 310 litros de bioetanol. Pero, utilizando el método creado por Linares Díaz en colaboración con Silvia Paladino (directora del trabajo de investigación y asesora del bioingeniero cuando éste presentó su tesis), de 1 tonelada de orujos de uva blanca se pueden extraer 430 litros de bioetanol.
En la presentación en público de su proyecto, a través de la web https://comunidad.socialab.com/challenges/comprometidos2017/idea/45233, Linares Díaz realiza interesantes consideraciones sobre el aprovechamiento económico que podría tener su desarrollo (calculadas a setiembre de 2017):
“En función de la cantidad total de orujos de uva blanca emitidos por la provincia (66.000 toneladas en peso húmedo, equivalentes a 22.000 toneladas en peso seco) y el máximo rendimiento obtenido en laboratorio (430 litros de etanol por tonelada de orujos de uva blanca secos), se estima una producción máxima cercana a los 10 millones de litros de etanol anuales; volumen que reportaría un beneficio por ventas cercano a 150 millones de pesos teniendo en cuenta los precios actuales del bioetanol de maíz y caña de azúcar ($13.609 y $16.805 respectivamente, en setiembre del 2017). La empresa YPF en Mendoza podría captar la totalidad de este producto. Por un lado, porque sólo alcanza a cubrir el 5% de su demanda anual; y por otro por proveerle un bioetanol con un menor costo de transporte y un menor riesgo, teniendo en cuenta que actualmente deben traer este producto desde largas distancias”.
Locación y método científico
En la investigación y el experimento que dieron origen al proyecto consolidado, el bioingeniero empleó orujos de uva blanca del cultivar Chardonnay, residuos de la vinificación en blanco obtenidos de la Bodega Monteviejo, ubicada en Vista Flores, Tunuyán, Mendoza; los cuales se secaron en estufa a 40°C antes de su procesamiento.
Los tratamientos de hidrólisis aplicados fueron: temperatura (25°C, 55°C, 97°C), ácido sulfúrico (concentraciones comprendidas entre 1 M y 0,06 M) y enzimas pectolíticas (0,062 a 0,5 gramos de enzimas por gramo de orujo seco).
Las variables evaluadas fueron: 1) azúcares reductores (método del ácido 3,5-dinitrosalicílico) y 2) alcohol etílico (método densimétrico); realizando el procesamiento estadístico de los datos por medio del análisis de la varianza con el software “Statgraphics Centurion XV”.
El tratamiento de hidrólisis de los orujos que arrojó los mejores resultados, comprendió una maceración en agua destilada a 97°C durante 1 hora con la posterior adición de 0,5 gramos de pectinasas por gramo de orujo seco y un reposo a 45°C durante 20 horas.
La suspensión resultante se fermentó a 28°C, empleando la levadura saccharomyces cerevisiae, obteniendo un rendimiento en alcohol etílico de 434 litros por tonelada de orujo seco procesado.
Debido a lo observado, los orujos de uva blanca parecerían conformar una materia prima adecuada para la producción de bioetanol, presentando un volumen considerable emitido anualmente por la provincia de Mendoza, un elevado valor inicial de azúcares (producto del proceso de elaboración del vino blanco) y una baja dispersión en el territorio, lo que facilitaría su recolección y posterior aprovechamiento.
La suspensión resultante se fermentó a 28°C empleando la levadura Saccharomyces cerevisiae obteniendo un rendimiento en alcohol etílico de 434 litros por tonelada de orujo seco procesado.
Debido a lo observado, los orujos de uva blanca parecerían conformar una materia prima adecuada para la producción de bioetanol, presentando un volumen considerable emitido anualmente por la provincia de Mendoza, un elevado valor inicial de azúcares (producto del proceso de elaboración del vino blanco) y una baja dispersión en el territorio, lo que facilitaría su recolección y posterior aprovechamiento.
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Las naftas contienen 12% de bioetanol
En el año 2010 entró en vigencia la Ley 26.093, la cual estableció que las naftas comercializadas en el territorio argentino debían empezar a contener un 5% de bioetanol (etanol anhidro de 99,5% de pureza) como sustancia de corte.
En el año 2014, se incrementó el porcentaje de corte al 10% y actualmente hay un 12% de bioetanol en las naftas.
Esta ley obliga a todas las empresas que venden combustibles en la Argentina (YPF, Shell, Oil, Axion) a realizar el corte correspondiente con bioetanol en todas sus naftas.
Las provincias de Córdoba y Tucumán (principales productoras de bioetanol) pretenden aumentar el porcentaje de corte al 15% debido al impacto socio-económico que tiene la producción de biocombustibles en cada región. De realizarse tal modificación, la demanda nacional de este biocombustible aumentaría en un 355%; pasando de 750 millones de litros (consumidos en el 2016) a más de 1.100 millones de litros en 2020.
De la misma manera, la demanda de la provincia de Mendoza aumentaría en una magnitud similar, siendo necesario el ingreso de 65 millones de litros adicionales.