La Asociación Argentina de Sommeliers publicó un artículo del periodista gastronómico Manuel Recabarren con opiniones de diferentes profesionales de la vitivinicultura sobre las acciones que llevan a cabo para adaptar y/o combatir los viñedos y la producción de vino al cambio climático. En este sentido, el uso de paneles solares, la eficiencia en el riego, mantener la biodiversidad de cada lugar, plantar coberturas, son algunas de las formas en las que luchan contra este fenómeno. Por otro lado, estrategias como el manejo de la canopia para cubrir la uva del sol, plantación de viñedos a mayor altura o menor latitud, portainjertos tolerantes a la sequía, selección de varietales adaptados, pueden mitigar los daños.
Por Manuel Recabarren – Periodista gastronómico
El cambio climático es un fenómeno con un consenso indiscutible dentro de los especialistas de la comunidad científica. Como problemática, afecta (y afectará) cada aspecto de nuestras vidas. Claro, el vino es uno de ellos.
Gran parte de las discusiones que entablan los actores de nuestra industria a nivel mundial giran alrededor de la prevención y el combate de los efectos del cambio climático. Argentina se queda afuera, por lo que decidimos acercarnos a enólogos, ingenieros agrónomos y trabajadores vitivinícolas para averigüar cómo afecta este portento en su rutina laboral.
Alejandro Pepa, enólogo de Bodega El Esteco
Venimos conversando cosecha tras cosecha sobre el tema. Nos ocupa y preocupa. En el Valle Calchaquí, un lugar aislado y muy protegido entre la altura y las montañas, observamos variaciones climáticas importantes, que nos hacen estar atentos en la decisión del punto de cosecha de nuestras uvas. Ya no hay fechas establecidas como en el pasado, cambia significativamente año tras año. Este, por ejemplo, tuvimos ingresos récord de uvas en enero y seguramente en febrero. Se adelantó en relación al año pasado, que a su vez estuvo muy atrasado.
Grupo Peñaflor -y lógicamente El Esteco- se encuentra trabajando fuertemente con un área especializada en la sustentabilidad. Cada inversión y cada proceso que realizamos se estudia para producir el menor impacto posible al medio ambiente y en colaborar al máximo con el entorno. Paneles solares, riego por goteo, plantaciones con coberturas, protección de bosques nativos, plantación de árboles nativos como el algarrobo, cuidado del agua y de la electricidad, mediciones permanentes, son algunos de los procesos que estamos llevando a cabo.
Federico Gambetta, enólogo de Altos Las Hormigas
El cambio climático está teniendo una influencia directa en el corto y en el largo plazo. En primer lugar, dependiendo de la zona, adelanta los períodos de cosecha e incrementa los fenómenos naturales que destruyen los viñedos, como las lluvias en exceso, granizos o heladas. Las olas de calor constantes obligan a los enólogos a cosechar antes para mantener frescura en los vinos y buenas condiciones de acidez. En el largo plazo, existirá un desplazamiento de las zonas vitícolas tope de Argentina hacia las alturas y el sur del país. Regiones donde solía ser imposible cultivar por el frío ganan interés, gracias al aumento de las temperaturas pero también de la llegada de profesionales. San Pablo en Mendoza, Trevelin en Chubut o Balcarce en Buenos Aires son ejemplos claros de este panorama.
En Altos Las Hormigas siempre hemos sido conscientes de esta situación y constantemente trabajamos para minimizarlo. Desde mantener la biodiversidad y áreas nativas en un 40% hasta eficientizar los riegos para cada una de nuestras parcelas. Tenemos proyectos de luz solar y certificación regenerativa. En cuanto a los viñedos, no realizar deshojes es fundamental para conservar acidez. Para los proyectos que estamos pensando, el parral es la mejor opción ya que aleja los racimos del piso y genera un efecto sombra mucho más provechoso. Todo suma, teniendo siempre una visión holística que contemple cada detalle en el camino.
Jenifer Cugat, especialista en viticultura de Catena Institute
Según nuestras observaciones y los trabajos científicos publicados, el cambio climático se manifiesta principalmente a través de un aumento de las temperaturas, especialmente de las mínimas, lo que acorta los ciclos de las variedades de uva y obliga a los viticultores a buscar zonas más frías para mantener condiciones de madurez lenta, alcoholes más bajos y frescura en los vinos. En este sentido, se destaca la búsqueda de elevaciones mayores, ya que cada cien metros de elevación la temperatura disminuye aproximadamente un grado Celsius en latitudes como la de Mendoza. Además, se observa un incremento en la intensidad y frecuencia de eventos extremos, como olas de calor, heladas, granizo que alteran los calendarios de cultivo y complican la producción. Otro efecto relevante es la expansión de la frontera agrícola hacia los polos, permitiendo la viticultura en regiones que antes no eran aptas para este propósito. Sin embargo, este fenómeno se ve contrarrestado por la escasez hídrica, un desafío crítico en áreas como Mendoza, que dependen de oasis de riego. Esta limitación restringe las zonas donde es posible plantar y condiciona la elección de variedades de uva más resistentes o adaptadas a la menor disponibilidad de agua. Por último, el aumento de precipitaciones intensas incrementa la presión de enfermedades fúngicas, como el mildiu o la botrytis, lo que exige ajustes en las prácticas de manejo de plagas, como un posible aumento en la cantidad de tratamientos anuales.
Hay varios caminos para responder a estos desafíos mediante dos enfoques principales: adaptación y mitigación. Para la primera, algunas medidas incluyen la plantación en zonas de mayor altitud para aprovechar temperaturas más bajas y menor impacto de las olas de calor; expansión hacia áreas con mejor disponibilidad de agua, el uso de portainjertos tolerantes a la sequía y la salinidad, ya que la escasez de agua también dificulta la eliminación de sales del suelo; y la selección de variedades adecuadas al nuevo ciclo climático, que difiere al que existía décadas atrás.
Para mitigar, es posible reducir las emisiones de gases de efecto invernadero mediante el cálculo de la huella de carbono de los productos, una práctica cada vez más demandada por los mercados internacionales, donde la falta de esta información puede convertirse en una barrera comercial; reducir el peso de las botellas, una acción concreta que disminuye significativamente la huella de carbono asociada a la producción y el transporte del vino; o implementar proyectos para ser más eficientes en el uso del agua y para preservar la biodiversidad del material vegetal, lo que incrementa la resiliencia de los viñedos frente a eventos climáticos extremos, como heladas o olas de calor.
Gustavo Aceituno, ingeniero agrónomo de Bodega Xumek
El cambio climático está teniendo un impacto significativo en la vitivinicultura global, y en regiones como el Valle de Zonda, donde se encuentra Bodega Xumek, los efectos se hacen notar en variaciones de temperatura, cambios en los ciclos de maduración de la vid y en la disponibilidad de agua.
Desde la bodega estamos implementando diversas estrategias para mitigar estos efectos y adaptarnos a las nuevas condiciones climáticas. A la hora de manejar los viñedos, aplicamos técnicas de riego eficiente para optimizar el uso del agua y preservar este recurso fundamental. Tratamos de manejar la canopia para cubrir la uva y protegerla del sol de la tarde, que las aniquila. Monitoreamos de cerca la evolución de la maduración para tomar decisiones precisas sobre la cosecha y evaluamos constantemente la adaptación de variedades y portainjertos resistentes a condiciones climáticas extremas, buscando garantizar la mejor expresión del terroir de IG La Ciénaga.
También apostamos a prácticas sostenibles, como el manejo sustentable del suelo y la biodiversidad de nuestra finca, ubicada dentro de una reserva natural. Esto nos permite fomentar un equilibrio ecológico que beneficia a la viña y al entorno.
Juan Pablo Murgia, enólogo de Bodega Otronia
El cambio climático es una realidad y tenemos que trabajar proyectándolo en un futuro cercano, Yo creo que uno de los factores más complejos es el agua. Mendoza está en una crisis hídrica que ya se volvió la normalidad, por ejemplo. Hay calores extremos y cada vez más lluvias torrenciales, heladas potentes. Hay que preparar nuestros campos y viñedos para que resistan lo mejor posible.
Parecería que Otronia, por su latitud, está más protegido de la situación. Aún no podemos afirmar que estemos viendo efectos asociados al cambio climático. Siempre hemos tenido condiciones extremas porque estamos en un lugar extremo. Hemos adaptado el manejo de viñedos para que sobrevivan a fríos y vientos. Sin embargo, siempre fuimos conscientes del impacto sobre el ambiente y buscamos trabajarlo con programas de sustentabilidad, de ahorro energético. No sólo en la bodega: en el manejo del recurso hídrico, tal vez lo más importante, con riego tecnificado y una medición más fina en análisis de suelos.