Entre 2019 y 2021, la Asociación de Cooperativas Vitivinícolas (Acovi) junto con la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo) realizaron un relevamiento entre pequeños productores vitivinícolas para conocer los motivos que dificultan la continuidad de la explotación familiar. La encuesta indicó que en un 70% de los casos la empresa de familia no pasa a la segunda generación, y que del 30% que lo consigue, tan sólo un 15% continúan activas en la tercera generación.
La falta de planificación, el desconocimiento de las leyes sucesorias y, sobre todo, el elevado costo de estos trámites, que puede llegar a ser del 10% al 25% del valor de la propiedad, son las causas de esta problemática. Tras este diagnóstico, ambas instituciones preparan un proyecto de ley nacional que facilite la instancia sucesoria. Por su parte, productores consultados por Enolife proponen que, mientras se espera la ley, Acovi realice un pacto con las asociaciones de abogados para que los costos de tramitación de la sucesión se reduzca al menos a la mitad.
Enmarcado en el Programa de Cooperativismo y Economía Social en la Universidad de la Nación, la Asociación de Cooperativas Vitivinícolas (Acovi) junto con la cátedra de Sucesiones perteneciente a la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo) presentaron recientemente el trabajo «Conocimiento, análisis y posibles soluciones a problemáticas sucesorias en el ámbito de socios/productores de cooperativas agropecuarias vitivinícolas», realizado entre 2019 y 2021.
El equipo de la investigación
Fernando Pérez Lasala (coordinación general del proyecto)
María Cecilia Cohen (coordinación e investigación)
Laura Farfán (investigación)
Matías Manzanares (investigación)
María Florencia Rigoldi (asistencia en investigación)
Santiago Sancho (coordinación ejecutiva)
La hipótesis del trabajo afirma que la falta de planificación sucesoria, por parte de los pequeños productores vitivinícolas, perjudica la continuidad de la unidad productiva. Esta conclusión se constató a partir de un estudio de campo que consistió en la realización de 101 encuestas a productores de diversas cooperativas y de entrevistas a referentes del sector vitivinícola integrado en la Federación de Cooperativas Vitivinícolas Argentinas (Fecovita).
Al respecto el gerente general de Acovi, Nicolás Vicchi, expresó: «En la vida de toda unidad productiva, hay distintos hitos que van marcando su historia, uno de ellos es el desafío de adaptarse al natural recambio generacional. Esta realidad que muchas veces se convierte en una verdadera problemática, creemos que es una temática que necesariamente el sistema debe trabajar sostenidamente».
La crisis económica del sector y la falta de recambio generacional
El sector vitivinícola ha atravesado en los últimos años una profunda crisis, caracterizada por un deterioro de la rentabilidad, provocado por la falta de evolución de los precios frente a altas tasas inflacionarias, fuerte presión impositiva y previsional, dificultades de acceso al crédito y elevados costos financieros. A estos factores se les suman emergencias agrícolas determinadas por severas tormentas de piedra y granizo, excesivas lluvias y fuertes heladas.
El resultado de este proceso fue una profunda descapitalización del sector productivo con una marcada discontinuidad en el recambio generacional, escasez y falta de especialización de mano de obra, dejando como consecuencia un importante número de unidades productivas e industriales fuera del sistema productivo o en situaciones muy difíciles de recomponer. Se puede concluir que el productor vitivinícola no considera la planificación sucesoria como un tema de agenda prioritario.
Sobre esta particularidad, el decano de la Facultad de Derecho de la UNCuyo, Fernando Pérez Lasala detalló en el trabajo que «el diagnóstico inicial que motivaba el proyecto era por demás atractivo, tanto desde el punto de vista académico como de la transferencia de sus eventuales resultados. Dicho diagnóstico reflejaba que el cooperativismo vitivinícola regional presenta, dentro de sus principales problemáticas, la dificultad de la continuidad de la explotación familiar en razón de las irregularidades legales sucesorias de las propiedades de sus asociados. Fue así como a lo largo de los meses fuimos recorriendo distintas cooperativas vitivinícolas de Mendoza, a fin de recabar toda la información necesaria para el análisis posterior sobre el impacto que tiene la falta de planificación sucesoria en la continuidad de las pequeñas unidades productivas.»
Cuando acaece el fallecimiento de un productor, la familia se encuentra con una actividad que no sólo no es totalmente rentable, sino que además es compleja, que requiere mucha inversión, que implica mucho riesgo, y sobre la que -la gran mayoría de las veces- carece de los conocimientos básicos para darle continuidad.
En estas circunstancias, la primera opción en que piensa la familia es la venta. Por lo que si el productor no planifica conjuntamente con la familia, previamente al fallecimiento, la familia termina vendiendo.
Eduardo Sancho: «Se necesita una ley para la sucesión de la propiedad rural»
El titular de Acovi y Fecovita, Eduardo Sancho, explicó a Enolife que «del diagnóstico realizado se concluye que hay que hacer un proyecto de ley a nivel nacional, y esa es la segunda parte del trabajo con la UNCuyo. Se necesita un régimen especial en la temática sucesoria para la propiedad rural, sobre todo la chica y mediana. El tema es que si un productor no hace la sucesión, sea por falta de dinero o tiempo, no puede acceder a créditos ni subsidios, complicando más su situación; pasa mucho también que cuando son varios hermanos los que heredan y si sólo uno quiere seguir con la finca, pero no puede comprarle la parte al resto, entonces tampoco realiza inversiones en la misma, y comienza un proceso de desinversión y desgaste con una pérdida constante de rentabilidad. Es por ello que resulta importantísimo que los productores planifiquen en vida la continuidad de la unidad productiva».
El 83% de los 101 productores relevados son de 1ra. o 2da. generación
Para seleccionar la muestra se tuvo en cuenta la superficie de las fincas, la edad de los productores y la cantidad de hijos, y se priorizaron aquellas cooperativas que contaran con un alto porcentaje de pequeños productores, de un promedio de edad superior a los 60 años, y con al menos, más de dos hijos. Asimismo, se tuvo en cuenta la división geográfica de las cooperativas (Valle de Uco, Este, Norte, Alvear y San Rafael), buscándose una muestra de todas las áreas mencionadas.
En total se realizaron 101 encuestas y la distribución geográfica fue la siguiente: Algarrobo Bonito (36), Sierra Pintada (14), Nueva California (13), Coop. Mendoza (11), Norte Lavallino (6), El Libertador (6), Coop. Brindis (5), Tulumaya (5), no especificaron (5).
De las mismas 101 encuestas se desprende que:
- Hay un alto porcentaje de propietarios del sexo masculino (88%).
- Un 88% de los productores encuestados son del sexo masculino, 81,2% son casados y el 72 % de los productores encuestados tiene al menos 2 hijos.
- La gran mayoría de ellos son propietarios (73,3 %), de los cuales el 81% son dueños totales de la unidad productiva. Casi un 60% posee menos de 10 hectáreas.
- En el 65% de los casos el trabajo de explotación de la finca lo hacen con la colaboración de otros integrantes de la familia, en su mayoría (45%) son los hijos (45) o el cónyuge (21).
- Son pocas las fincas en manos de una tercera generación, lo cual pone de manifiesto la dificultad que representa la continuidad de la unidad productiva en manos de la familia. El 83 % de los productores encuestados son la primera o segunda generación de administradores.
- Hay un porcentaje relativamente alto (casi el 40%) de la familia que no tiene vinculación alguna con la cooperativa, lo cual perjudica el arraigo e influye negativamente en la continuidad de la producción dentro del sistema.
- Más del 60% de los encuestados respondió que sí había pensado en quién administraría la finca en los futuros años, pero solamente el 8% lo había manifestado por escrito.
- Para más del 45% de los productores encuestados, la finca representa entre el 70 % y el 100 % de su patrimonio, es decir, que carecen de otros bienes en su patrimonio para repartir entre sus herederos forzosos.
- En el 70% de los casos la finca no tenía ningún tipo de organización, sólo el 16% dijo estar organizada bajo la forma de anticipo de herencia, el 5% dijo estar organizada como una sociedad anónima, el 4% como una sucesión, el 2% como una S.R.L, otro 2% como una sociedad de hecho, y un 1% afirmó estar en trámite de una S.R.L
- En la gran mayoría de los casos (73,5%) ningún familiar colabora con su patrimonio personal en la explotación de la finca.
- Principales fuentes de financiamiento utilizadas: el 51,5% dijo acudir a la cooperativa a fin de obtener dichos canales de financiación, el 14% a entidades bancarias, otro 14% a otras fuentes de financiamiento, en tanto que casi un 35% manifestó no recurrir a ninguna.
- Al consultarles a los productores sobre su deseo de que la finca continúe en propiedad de la familia, una inmensa mayoría respondió afirmativamente (94%). Pero sólo en el 58,8% de los encuestados afirma que sus sucesores tienen interés en continuar con el patrimonio familiar.
Pocos incentivos para las futuras generaciones
Si bien surge del gráfico que más de la mitad de los sucesores desearía dar continuidad a la unidad productiva, lo cierto es que muchos productores encuestados manifestaron una realidad social compleja, como es el hecho de que la gran mayoría de sus hijos se profesionalizaba, eligiendo carreras terciarias o universitarias que nada tenían que ver con la gestión de la finca. Una realidad similar manifestaban quienes eran padres de hijas mujeres, las cuales elegían proyectos personales y familiares con personas que desconocían del manejo de la finca. Sumado a estos factores, también manifestaron motivos económicos, ya que en la gran mayoría de los casos las opciones elegidas por sus hijos son más rentables que la administración de la finca, con todo el riesgo que ésta implica. Es decir, hay pocos incentivos para que las futuras generaciones apuesten a la continuidad de la producción.
- El 54,5% no pensó en cómo hacer la transmisión de la propiedad y administración de la finca a la siguiente generación.
- Se les consultó asimismo a los propietarios acerca de cómo deseaban efectuar el reparto de la finca.
- El 42% desearían dividir la finca en partes iguales entre todos los herederos, 11% sostuvo que algunos obtendrían más de la finca y los demás otros bienes, el 10% dijo que sólo un heredero recibiría la finca, y el 37% dijo no haberlo decidido aún.
- Prácticamente el 100% de los productores encuestados no han especificado por escrito aquellas condiciones que consideran relevantes en el sucesor de la unidad productiva.
- Si bien casi el 60 % de los encuestados manifiesto conocer alguna forma legal para transferir su finca a sus herederos, a lo largo de la encuesta se observa una falta total de planificación al respecto.
- Por otro lado un altísimo porcentaje de encuestados (40 %) no conoce ninguna forma legal para efectuar una transferencia. Lo cual pone de manifiesto la importancia de la capacitación y de brindar herramientas concretas al respecto.
Proponen acordar con abogados y contadores para bajar el costo sucesorio
Roberto Vázquez Poquet, productor y dirigente de la Cooperativa Tulumaya, de Lavalle, al norte de Mendoza, fue uno de los impulsores de la idea de trabajar en conjunto con Acovi y la UNCuyo con el objetivo de facilitar los trámites sucesorios y reducir los costos de esa gestión legal, demasiado onerosos para la mayoría de los pequeños viñateros con emprendimientos familiares. También es uno de los encuestados en la investigación de la UNCuyo, porque en su organización hay al menos 5 viñateros afectados por esta problemática.
Consultado por Enolife, relató su intervención en el proyecto y mencionó la propuesta de su cooperativa, que coincide con la de otras agrupaciones de productores de Mendoza.
«Lo que les falta a los productores -expresó Vázquez- es el asesoramiento para poder solucionar problemas de sucesiones o de transpaso generacional que tenemos; es que la mayoría de nuestros socios titulares en la Cooperativa son gente grande, que en algún momento deberán hacer el trámite sucesorio para que su empresa, con sus hijos como propietarios, siga siendo parte de la Cooperativa, y el trámite es muy oneroso… Lo que le pedíamos a Acovi es un sistema para abaratar esos costos. Para que los honorarios de los contadores y los abogados no sean tan invasivos, que no sea proporcional al costo de la propiedad, porque el trabajo que ellos hacen es el mismo para una finca de una hectárea que para una finca de cincuenta hectáreas, es decir que Acovi haga una especie de acuerdo con los colegios profesionales para que esos costos se bajen y estandaricen, que haya una tarifa accesible para que puedan hacer el traspaso a sus hijos y nietos…«
Conclusiones de la investigación de Acovi y UNCuyo
Del trabajo de investigación realizado, se pudo advertir que la falta de continuidad en la pequeña empresa familiar, si bien obedece en gran parte a la falta de planificación sucesoria, no es esta su única causa. Diversos factores (económicos, impositivos, meteorológicos, técnicos, entre otros), han gravitado de modo lesivo sobre la prolongación de la unidad productiva a través de las distintas generaciones, impactando de forma negativa en el interés y compromiso de los sucesores por la continuidad en el patrimonio familiar.
Las nuevas generaciones ven limitadas las posibilidades de acceder, a partir del trabajo de la finca, a un futuro sustentable y prometedor, a la vez que quienes administran en la actualidad la unidad productiva, son apáticos ante las alternativas de su prolongación.
Se crean empresas que van a “vivir” más que sus fundadores, sin embargo no se delegan conocimientos o experiencias adquiridas las cuales suelen ser atesoradas como joyas. Esta realidad señala que, acaecido el fallecimiento del dueño de la finca, las probabilidades de continuar con la misma se tornan exiguas.
La pequeña unidad productiva termina perdiéndose en manos de un tercero ajeno a la familia, y junto con ella, los valores de la misma. Este extraño que adquiere la tierra, solo posee como interés primordial el lucro inmediato, lejos de las notas características de la empresa familiar que se destaca por soportar mejor las crisis económicas, por su vocación de permanencia, por tender a generar mano de obra intensiva y estable, y a realizar inversiones a largo plazo sin la compulsión de ganancias inmediatas, respetando mejor el medio ambiente y teniendo mayor responsabilidad con el entorno social.
La venta de la empresa a terceros como resultado de la falta de planificación
Gran parte de las cualidades positivas asociadas con la propiedad y la gestión familiar, tales como la preocupación por la calidad, la perspectiva de inversión a largo plazo y la sólida relación con la comunidad, se pierden fácilmente como resultado de una adquisición por parte de terceros.
La falta de planificación de la sucesión también amenaza el bienestar financiero de la familia al dejar sin respuesta muchos temas delicados sobre fiscalidad patrimonial. A menudo, el resultado final es la venta de la empresa bajo presión.
También ocurre que la sucesión sea prevista por el titular de la unidad productiva, sin embargo, no todos los herederos desean continuar con la explotación familiar. En estos casos, no alcanza con las buenas intenciones de los herederos, si para ello no existe un adecuado plan. En efecto, las intenciones se pulverizan al poco tiempo de entrar en posesión del emprendimiento familiar, ya sea por la falta de conocimientos en el manejo de la explotación, la pugna familiar, la complejidad de la continuidad, entre otras causas.
La experiencia y la investigación plasman que en los emprendimientos familiares bajo estudio, rara vez se planifica la salida de sus fundadores.
Investigaciones realizadas indican que en un 70% la empresa de familia no pasa la segunda generación, y que del 30% que lo consigue, tan solo un 15% continúan activas en la tercera.
Este diagnóstico resulta coincidente con los resultados arribados por el trabajo realizado por la UNCuyo y Acovi, donde se observa que solamente el 17 % de los encuestados representa la 3ra generación de productores de la finca, el 45% representa la 2da generación.
Este trabajo pudo advertir con claridad que, si bien más de la mitad de los productores han pensado en quién va administrar la unidad económica en un futuro, de dicha porción, menos del 10% lo ha concretado.
Es decir, más del 90% de los encuestados no han adoptado las medidas que puedan llevar adelante la continuidad del patrimonio familiar de modo pacífico y eficiente.
No planear la sucesión lleva indefectiblemente a la necesidad de abrir un proceso sucesorio, lo que implica tener que afrontar importantes costos, entre 10% y el 25% del valor real de los bienes, y esperar un extenso lapso de tiempo propio de todo proceso judicial., que puede ser de un año, en una situación normal.
Una regulación jurídica adecuada que fortalezca el desarrollo y permita una transición ordenada de estas pequeñas unidades económicas familiares representa un beneficio económico-cultural para todos los actores sociales.
Del análisis del estudio desarrollado, se demostró una marcada “simplificación” hacia la figura de la donación, a la que se recurre no siempre con ajuste a los límites que ofrece este negocio, lo que decanta en la creciente judicialización de este contrato, que da cuenta de su frecuente “desnaturalización”. No se pretende con ello demonizar el contrato de la donación, sino más bien dar a conocer las virtudes de otras varias herramientas jurídicas vigentes.
Como alternativa a dicho proceso, se desarrollaron en esta investigación dos institutos del derecho sucesorio que se ajustan a las distintas realidades de los productores vitivinícolas encuestados, los cuales son: la indivisión forzosa, y el pacto de herencia futura.
Para aquellos productores que posean otros bienes dentro de su patrimonio familiar junto con la finca, la opción que mejor se ajustará a sus intereses será la celebración de un pacto sobre herencia futura instrumentado a través del protocolo familiar.
En tanto que, para aquellos productores que posean la finca como único bien de su propiedad, indefectiblemente el camino óptimo será volcarse por el instituto de la indivisión forzosa hereditaria, con la finalidad de lograr la continuidad del emprendimiento familiar evitando su partición.
Fuentes: Acovi, UNCuyo y propias