Según el Foro de Cooperativas Vitivinícolas del mundo, más del 63% de la producción de la vitivinicultura global es de origen cooperativo. En Italia, al igual que en Francia y España, esta modalidad asociativa comenzó a surgir a fines del siglo XIX. Pero fue en la segunda mitad del siglo XX, tras el fin del fascismo y la Segunda Guerra Mundial, cuando en la península itálica el fenómeno creció explosivamente, gracias a la ayuda financiera del gobierno y a la profesionalización de los dirigentes cooperativos. En el artículo que a continuación replicamos, escrito por el historiador, investigador y docente español de la Universitat de Valencia, Francisco J. Medina-Albaladejo, se analiza el proceso histórico de la formación de las cooperativas italianas y se exponen las razones de su éxito como empresas.
Por Francisco J. Medina Albaladejo
Licenciado en Historia y magister en Dirección y Gestión de Recursos Histórico-Culturales por la Universidad de Murcia, España; doctor en Historia e Instituciones Económicas por la Universitat Autònoma de Barcelona; investigador y docente en la Universitat de València.
Las bodegas cooperativas de los tradicionales países productores de vino de la Europa mediterránea presentan una serie de características históricas similares, y desempeñan un papel destacado a la hora de entender la evolución histórica del sector vitivinícola europeo. Fueron sociedades creadas con el impulso y el apoyo financiero del Estado, especializándose en la elaboración de vino de mesa estandarizado y comercializado principalmente a granel.
A diferencia de otros países de Europa, actualmente las bodegas cooperativas italianas son empresas consolidadas, con una organización racional basada en la estructura divisional y la gestión profesionalizada, con líneas de producto diversificadas y múltiples mercados y canales de distribución, con mayor éxito empresarial.
El cooperativismo vitivinícola italiano se constituyó como un movimiento débil y atrasado con respecto a otras zonas de Europa desde sus orígenes a fines del siglo XIX hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Pero fue durante la segunda mitad del siglo XX cuando se desarrolló con vigor. Varias razones ayudaron a ello: la constante situación de crisis del sector, que empujó a muchos viticultores a asociarse; la promulgación de una legislación específica; y la ayuda financiera del Estado.
Estas bodegas tenían hacia mediados del siglo 20 orientación inicialmente productivista, elaborando vino estandarizado y comercializado a granel. Pero en la actualidad, un alto porcentaje de ellas elaboran vinos de calidad con Denominación de Origen.
El caso italiano comenzará a presentar una serie de hechos diferenciales que explican su posterior éxito, destacando especialmente la presencia de fuertes «organizaciones paraguas» que operaban a nivel regional, nacional e internacional.
La Lega Nazionale delle Società Cooperative Italiane (Legacoop) y la Confederazione Cooperativa Italiana (Confcooperative) eran organizaciones fuertes con una sólida base ideológica que transmitieron a sus asociados, evitando así la aparición de comportamientos oportunistas. Estas asociaciones lideraron y planificaron las estrategias de desarrollo y el proceso de concentración y reestructuración del sector. Se incentivó la unión de las bodegas cooperativas de primer grado en los denominados consorzi cooperativos (cooperativas de segundo y tercer grado), aplicando modernas estrategias de dirección, profesionalización de la gestión y estructura divisional. Todo ello ayudó al proceso de industrialización e integración del sector vitivinícola italiano.
Estas asociaciones crearon estructuras de apoyo técnico y financiero, cuyo fin era crear grandes consorcios a nivel nacional que permitieran coordinar la producción y concentrar la oferta en distintos sectores agrarios. El objetivo principal era reorganizar los consorcios provinciales o regionales existentes, uniéndose para aumentar su poder contractual y actuar como grupo de presión en la política agraria italiana. Todo ello acabó generando un modelo cooperativo de éxito.
Los inicios y el periodo fascista
El cooperativismo vitivinícola surgió en Italia en el último tercio del siglo XIX en algunas zonas muy localizadas, especialmente en las regiones del Piamonte y Venezia-Tridentina (provincias de Bolzano y Trento). Este sistema se expandió tímidamente por casi todas las regiones septentrionales y en algunas centrales y meridionales a lo largo de los primeros años del siglo XX.
Fue un contexto general de expansión del cooperativismo en algunas regiones del país debido a la crisis agraria, una legislación favorable y la aparición de asociaciones que las agrupaban, ayudaban y promovían. En 1913 eran 150 las bodegas cooperativas existentes en Italia. El movimiento se frenó en los años siguientes, circunstancia acorde con el proceso de estancamiento que vivió el sistema cooperativo y la economía en general con la crisis del Estado liberal y la implantación del régimen fascista en el periodo 1924-1944. En 1931 el número había descendido a 98 bodegas asociadas a la Federazione Nazionale delle Cantine Sociali.
Desde el punto de vista regional (mapa 1), en un primer momento será la mitad norte del país donde se desarrolle este movimiento. Si se atiende al número de bodegas cooperativas existentes y su capacidad productiva, se observa que se concentraban especialmente en las regiones de Trentino (Bolzano y Trento), las provincias de Módena y Reggio Emilia en la Emilia Romagna, el Piamonte y la Lombardía, especialmente Pavía en esta última. En el resto de la península itálica únicamente Roma en el centro, Cagliari en Cerdeña o Trapani en Sicilia presentaban una presencia mínima reseñable.
Esta distribución regional siguió en gran medida los patrones de desarrollo del movimiento cooperativo italiano en general. Las primeras cantine sociale poseían su propio centro productor, reuniendo a más de 12.000 socios y con una capacidad productiva total de más de 930.000 hectolitros de vino. Su dimensión era reducida, siendo la Cantina Sociale di Campogalliano (Módena, Emilia-Romagna) la de mayor tamaño con una capacidad de 30.000 hectolitros. Eran pequeñas bodegas que tenían unos 100 asociados y una capacidad que rondaba los 10.000 hectolitros. Las bodegas de mayor capacidad se concentraban principalmente en la zona de la Emilia-Romagna, aunque en este aspecto el sur adquiría un mayor protagonismo por la presencia de bodegas importantes en las provincias isleñas de Trapani (Sicilia) y Cagliari (Cerdeña).16
La expansión tras la Segunda Guerra Mundial
La expansión del cooperativismo vitivinícola en Italia se produjo tras la Segunda Guerra Mundial, en las décadas de 1950, 1960 y 1970. De las 916 bodegas cooperativas existentes en Italia en 1981, únicamente un 12,5% y un 6,7% se habían creado antes de 1940 o en el decenio 1941-1950, frente a los niveles superiores al 25% de cada una de las tres décadas posteriores.
Tras el estancamiento de la posguerra, el periodo 1951-1960 verá el despegue del cooperativismo en las regiones con más tradición de este fenómeno, tales como Lombardía, Emilia Romagna o Trentino, a las que se adherirán nuevas áreas del norte como Friuli Venezia-Giulia, el Véneto o Piamonte, incorporándose por primera vez algunas del centro y sur del país con mucha fuerza como Puglia, Lazio o Cerdeña.
Esta tendencia se reforzará en las dos décadas siguientes. En las regiones tradicionales se produjo una ralentización en el ritmo de creación de bodegas cooperativas, al mismo tiempo que se extendió el movimiento por el resto del país. Se incorporaron zonas como Abruzzi, las Marcas, Toscana, Umbría, Campania o Calabria.
El resultado de este proceso histórico se refleja en el mapa 2 (A, B, C), donde se muestra la distribución de las bodegas cooperativas por provincias en 1981. Si se atiende al número de entidades existentes, el mapa muestra que la mitad norte del país siguió siendo el área de mayor implantación cooperativa, especialmente las provincias de Módena y Reggio Emilia (Emilia-Romagna), Trentino (Bolzano y Trento) y las provincias piamontesas de Asti y Alessandria.
La diferencia con los años previos a la Segunda Guerra Mundial está en la más elevada implantación del movimiento en la mitad centrosur, sobre todo en toda la región de Puglia y en algunas provincias de las islas de Cerdeña y Sicilia. Especialmente Cagliari en la primera y Agrigento y Trápani en la segunda, provincia esta última que en ese año fue la de mayor implantación cooperativa del país con 44 bodegas. También en el Lazio se convirtió en un fenómeno importante.
El mapa 2 (D) muestra que adquiere una mayor importancia la mitad centro-sur del país en cuanto a la dimensión media de las entidades, especialmente en las zonas del Lazio, Sicilia y Cerdeña, al igual que otras del norte no tan tradicionales como el Véneto.
Todo esto también se observa en el cuadro 1, donde se detalla la importancia de éstas atendiendo a la uva introducida por los socios y el vino total producido en dos momentos temporales concretos, la campaña 1967-1968 y la 1982-1983.
Por ejemplo Sicilia, que partía de niveles muy bajos, 214.267 hectolitros de vino producidos que suponían el 2,3% de su producción total, pasó a 5.148.507 hectolitros de vino producido y un 55,5% del total en la campaña 1982-1983. Procesos igualmente impactantes se produjeron en zonas como Puglia, Abruzzi, Umbría, Cerdeña o las Marcas.
Sin embargo, las tradicionales regiones de implantación cooperativa apenas experimentaron cambios, como Piamonte, Trentino o Lombardía. En este caso fue particular y especialmente importante el avance experimentado por la región de Emilia-Romagna, que a pesar de partir de niveles previos muy elevados experimentó un importante proceso de crecimiento en los años setenta del siglo XX, ascendiendo su producción a más de 5 millones de hectolitros y un 54,4% de implantación cooperativa. Esto muestra que esta zona fue la que lideró el proceso de transformación y reestructuración del sector cooperativo con la aparición de una buena parte de los grandes consorcios cooperativos dedicados a la comercialización y la exportación de vino.
Diversas son las causas que la literatura ha aportado para explicar esta expansión. En primer lugar, el contexto en que se encontraba el sector vitivinícola italiano en esos años, en permanente situación de crisis ante la caída del consumo. Este proceso de expansión se desarrolló con el apoyo de un marco legislativo específico y la decidida acción del Estado.
La promulgación de la Legge Basevi en 1947 eliminó el carácter corporativo del cooperativismo fascista, democratizó estas entidades estableciendo los principios básicos de democracia y mutualidad y comenzó a conceder créditos a los viticultores para la construcción de las instalaciones iniciales de las bodegas a un bajo interés. Para ello se crearon instituciones como la sección de crédito cooperativo de la Banca Nazionale del Lavoro, denominada Coopercredito.
Otro factor es el papel de las asociaciones cooperativas nacionales, regionales y provinciales italianas. Eran la Lega Nazionale delle Società Cooperative Italiane (Legacoop) y la Confederazione Cooperativa Italiana (Confcooperative), de corte socialista la primera y católica la segunda. Estas asociaciones tendrán un protagonismo esencial en la evolución del movimiento cooperativo italiano, tanto desde el punto de vista financiero como en el diseño de procesos de concentración industrial, planificación o la adopción de estrategias empresariales.
Estado y asociaciones apostaron fuerte por impulsar la creación de bodegas cooperativas en el Mezzogiorno italiano. Era un medio para industrializar y desarrollar el viñedo de las zonas más atrasadas económicamente del país, lo que explica su expansión en regiones como Puglia, Sicilia o Cerdeña. Al mismo tiempo, dirigieron el proceso de reestructuración de las tradicionales cooperativas trentinas o de Emilia-Romagna, incentivando las uniones regionales para la creación de grandes consorcios cooperativos que fueran competitivos y se orientaran hacia los mercados y la exportación.
Especialización en vinos de baja calidad
Las bodegas cooperativas italianas estaban especializadas en la elaboración de vino de mesa a granel. En el gráfico 1 se observa cómo en 1967-1968 únicamente el 13,9% de los caldos producidos estaban bajo la calificación de denominación de origen. Desde los inicios del movimiento estas sociedades se especializaron en vinos de mesa que se adaptaban bien a la demanda del momento.
Las regiones cuyas bodegas cooperativas apostaban en mayor medida por los vinos con denominazione di origine eran Lazio, Umbría o la Toscana, ninguna de ellas entre las de mayor importancia a nivel nacional. Sí es importante el papel del Trentino o el Véneto, que alcanzaron porcentajes del 30,2% y del 20,4% de vino producido con DO, lo que muestra una mayor especialización de estas regiones por un producto de calidad. Sin embargo, las grandes zonas del sur italiano apenas producían vinos calificados. Tampoco EmiliaRomagna, región donde se desarrollaron los grandes centros productores destinados a la exportación. En esta zona únicamente se produjo el 7% con DO a finales de los años sesenta.
Cómo muestra el gráfico 1, la situación cambió quince años después ya que las bodegas cooperativas italianas comenzaron a apostar por la producción de vinos de calidad media a precios reducidos con el fin de adaptarse a las nuevas tendencias del mercado (principalmente calificados con indicazione geografica). En la campaña 1982-1983 no solo no había crecido la producción de vino al amparo de las denominaciones de origen, sino que había decrecido el porcentaje total del país al 11,5%. Únicamente las regiones que ya habían comenzado a especializarse en vinos de calidad años antes, como Trentino, Friuli Venezia-Giulia, Piamonte, Toscana, Lazio o Véneto, superaban el 20% de vino producido al amparo de esta calificación.
Destaca especialmente el caso del Trentino, con casi un 60% producido con DO por parte de sus grandes centros cooperativos. Todo esto indica que esta zona se especializó en la producción y exportación de vino de calidad frente a la EmiliaRomagna, que se centró en la producción de vino con indicazione geografica.
Las bodegas cooperativas italianas a principios de los años ochenta seguían siendo predominantemente productoras de vino de mesa. Mientras las fuertes regiones del norte y noreste italiano se especializaron en vinos de calidad alta o media, las recién llegadas zonas del Mezzogiorno seguían produciendo masivamente vino de mesa. Emilia-Romagna adquiría una posición intermedia al especializarse en vinos de precios reducidos y calidad mediabaja destinados a la exportación.
Este producto obtendrá un enorme éxito en mercados como el de Estados Unidos gracias a la intensa utilización de estrategias de promoción y marketing.
Los grandes grupos cooperativos de Emilia-Romagna lograron que el famoso lambrusco fuera denominado la «CocaCola italiana». Son casos como Civ & Civ o Cantine Riunite.
Las bodegas cooperativas italianas, especialmente en las regiones de Emilia- Romagna y el Trentino, utilizaron una fórmula de cooperativismo de segundo grado denominada consorzio. Varias bodegas se unían para construir un centro donde se embotellaba y se comercializaba su producto con una gestión profesionalizada, modernas técnicas empresariales y un funcionamiento mucho más parecido a la empresa capitalista que al sistema cooperativo.
Especificidades del modelo cooperativista italiano: el consorzio
La expansión definitiva de este tipo de empresa en el sector vitivinícola tuvo lugar durante la segunda mitad del siglo XX, tras la Segunda Guerra Mundial y ya bajo un régimen democrático cuando se erigieron como las grandes empresas de sus respectivas zonas y del sector vitivinícola italiano en general. Las bodegas cooperativas coparon la producción vinícola italiana durante los años dorados de crecimiento económico, liderando al mismo tiempo la comercialización a nivel nacional e internacional.
Inicialmente presentaban problemas estructurales en aspectos como la financiación, las inversiones en modernas tecnologías, la dificultad de acceder a las redes de distribución y comercialización o el problema de la calidad de la materia prima. Además, tuvieron que hacer frente a la oposición y competencia de las bodegas capitalistas que no veían con buenos ojos que grandes cooperativas controlasen la mayor parte de la materia prima y la producción, especialmente en regiones como la Emilia Romagna.
El Estado italiano auxilió al movimiento cooperativo desde el punto de vista financiero, pero no lo sometió al asfixiante corporativismo que unos años antes había aplicado el régimen fascista o que más tarde se desarrollaría en el caso español, con las consecuencias negativas que eso tuvo. Las bodegas cooperativas italianas mantuvieron su autonomía. Además, en el caso italiano no fue el Estado la única estructura de apoyo que permitió el desarrollo del cooperativismo.
Más importante aún fue que estas entidades quedaron desde el primer momento integradas voluntariamente en las dos grandes asociaciones cooperativas italianas, las ya mencionadas Lega y Confederazione, que actuaron como «organizaciones paraguas» que contribuyeron en gran medida al éxito del cooperativismo italiano. Las cooperativas italianas se integraron en un contexto asociativo general, con una fuerte motivación ideológica, donde se marcaron de manera global una serie de estrategias empresariales que hicieron que este movimiento asociativo fuera mucho más competitivo.
Se crearon instituciones que ofrecían ayuda financiera como complemento a la que ya otorgaba el Estado y la Comunidad Económica Europea, ante la necesidad de capital de las bodegas cooperativas italianas, de este modo Legacoop creó una entidad denominada Fincooper en 1969 que auxilió desde el punto de vista financiero a sus miembros e impulsó proyectos de interés para el sector. También existían bancos cooperativos de carácter regional que contribuyeron al desarrollo de este movimiento. Por ejemplo la Banca Cooperativa dell’Emilia Romagna (Cooperbanca).
Dichas asociaciones también lideraron el proceso de reestructuración y concentración necesario del sector para poder competir en los mercados nacionales e internacionales mediante la adquisición de ventajas competitivas. Además, incentivaron la denominada «solidaridad orgánica» entre entidades, planificando procesos de integración horizontal y vertical a nivel provincial, regional y nacional. Diseñaron estrategias generales que fueron seguidas por las cooperativas asociadas, especialmente la adopción de modernas estrategias de dirección, la profesionalización de la gestión y la fusión de las bodegas cooperativas en grandes corporaciones de segundo y tercer grado (consorzi).
Así se conformaron grandes entes empresariales o consorcios que permitían un acceso en mejor posición a los mercados y una mayor competitividad de estas sociedades. Se dejaba el aspecto productivo a las bodegas originales y estas nuevas estructuras se dedicaban esencialmente al embotellado y la comercialización del producto. Estos centros transformadores apostaron muy pronto por la producción de embotellados con un mayor valor añadido, con el fin de destinarlo al consumidor nacional o extranjero.
El resultado de todo esto se muestra en el cuadro 5, donde podemos observar cómo, prácticamente en todas las regiones vitivinícolas italianas de mayor importancia, la producción vinícola de las cooperativas estaba fuertemente concentrada por entidades cuya capacidad superaba los cinco millones de hectólitros. Es decir, ya a principios de los años ochenta del siglo xx se puede apreciar el proceso de concentración de la oferta dirigido por las dos grandes asociaciones.
Por otro lado, no se debe olvidar el fuerte carácter ideológico de estas asociaciones en Italia, que transmitieron a las cooperativas integradas y a los asociados de las mismas. Como ya se ha visto en el caso de la Italia fascista o la España franquista, los comportamiento «freerider» suelen ser producto de la formación de cooperativas sin fondo ideológico y auspiciadas por estados generalmente dictatoriales. Sin embargo, en el caso italiano las entidades surgieron de forma espontánea y se guiaban por los principios de solidaridad, mutualidad y democracia participativa. Contaban con asociados fuertemente concientizados con el espíritu cooperativo, lo que reducía el impacto de comportamientos oportunistas.
Todos estos aspectos conforman una serie de circunstancias que permitieron un nivel elevado de modernización empresarial. Las bodegas cooperativas italianas hoy día son empresas consolidadas, racionales desde el punto de vista organizativo, estructura divisional y gestión profesionalizada, con líneas de producto diversificadas, múltiples mercados y canales de distribución.
En el caso de las bodegas cooperativas italianas se puede hablar propiamente de «isomorfismo organizativo», pero no de forma coercitiva, sino por medios miméticos y normativos, con un entorno propicio donde las bodegas imitaron el modelo de éxito y con la presencia de asociaciones profesionales que orientaron los comportamientos del sector. En Italia se produjo un: «sistema cooperativo di organizzazioni volontariamente federate».
En definitiva, se configuró un modelo de éxito que muestra cómo la empresa cooperativa no es menos eficiente que la capitalista, no tiene que estar auxiliada constantemente por el Estado y no es una herramienta útil únicamente en momentos de crisis del mercado.
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