El historiador mendocino, a caballo de la Cordillera de los Andes, presentó a principios de agosto en Mendoza su ensayo “La vid y el vino en el Cono Sur de América Argentina y Chile (1545-2019). Aspectos políticos, económicos, sociales, culturales y enológicos”. Una obra que los amantes y estudiosos del vino deben atesorar en su biblioteca.
Reproducimos a continuación la reseña del libro escrita por la historiadora sanjuanina Gladys Aballay Meglioli, que puede probarse como aperitivo para una lectura a fondo.
El Cono Sur al que se hace referencia en esta obra de Pablo Lacoste presenta una particularidad en cuanto a su espacio físico. Se trata de la Cordillera de los Andes, que sirve de límite entre dos países como la República Argentina, y la República de Chile.
Mucho se ha hablado de la Cordillera como un gran macizo que dificulta la comunicación entre ambos pueblos, específicamente durante la época de invierno debido a las intensas nevadas. No obstante, aparentemente existe un tráfico constante desde épocas antiguas que dan fe acerca de la transmisión de hechos históricos, culturales, tradiciones que fluyen en forma continua, e incluso lazos de familias creados en el tiempo.
Con respecto a la descripción geográfica de uno y otro lado de la Cordillera, nos encontramos con valles ycon microclimas, especialmente en la zona central de ambos países, con un ambiente apto para el cultivo de la vid.
Si bien la vid y sus derivados originarios del hemisferio Norte fueron introducidos en América del Sur por los españoles a partir del siglo XVI, la herencia vitivinícola posibilitó que muchas comunidades transmitieran por generaciones un trabajo que requiere de especial cuidado, para llegar a la época de vendimia, que se lleva a cabo en los meses de febrero. Pero previo a este momento, hay que estar alerta ante posibles tormentas estivales acompañadas de la caída de granizo, que pueden provocar pérdidas parciales o totales en los viñedos.
La artesanía de los comienzos
Levantar una cosecha no es tarea fácil y requiere de la prontitud para recolectar jugosos racimos maduros, listos para el traslado a bodegas. Esta labor, en épocas pretéritas fue una tarea artesanal y requirió de un proceso por etapas para extraer el sabroso, delicioso jugo de tan exquisito fruto, para luego elaborarlo y llegar al producto final que es el vino.
Originariamente se utilizaban botijas para su resguardo, luego toneles de madera, hasta la llegada de la tecnología, que permite al vino conservar su esencia en bodegas equipadas con controles que facilitan al hombre la laboriosidad de una tarea compleja, exigente y cuyo resultado está sujeto a diversos factores.
Desde el clima, contar con una tierra apta, un reembolso económico y, por supuesto, el conocimiento de técnicas para la adecuada elaboración y producción, todo contribuye a la calidad del producto final. Para llegar a este logro, se ha requerido de un proceso que ha asegurado el cumplimiento de una serie de etapas como el cultivo, la producción, la cosecha, conservación, elaboración y comercialización. Y en este proceso, que constituye todo un desafío, la migración ha tenido un rol protagónico.
Inmigrantes y pioneros
Los primeros pobladores fueron los españoles, que vinieron a conquistar y colonizar estos suelos, y a los que se les sumaron los franceses e italianos, que por motivos bélicos en sus países encontraron en América del Sur un lugar para vivir en paz y la promesa de un futuro mejor.
Con una nueva visión, otra mirada si se quiere, se instalaron desde entonces con aportes de su propia experiencia e hicieron posible una diversificación en cuanto a variedades de vides y desde luego de vinos, que se sumaron a las ya existentes.
Ahora bien, el hecho significativo para la economía regional, de las provincias, fue la llegada del tren. El ferrocarril unió localidades e hizo posible que la producción creciera acompañada con la distribución del vino a gran escala.
Desde que comenzó la comercialización del vino, este producto estuvo sujeto a impuestos, varios superpuestos, y un tanto excesivos para una producción limitada en sus comienzos. Se sumó también a esta realidad la aplicación de leyes y reglamentaciones para los cultivos y la producción, a veces tergiversando la verdadera esencia del producto, que es un verdadero milagro de la naturaleza. Todo esto conlleva a trasladar el alto costo de la elaboración al producto, que además debe competir con otras bebidas alcohólicas, también de influencia europea.
No obstante, a pesar de los aspectos mencionados, el habitante de estas latitudes sigue apostando para alcanzar un producto de calidad para el disfrute de la población, que también reconoce en el sabor un elixir único.
La ilusión no se queda en una simple pretensión; requiere además de la necesidad de afrontar una serie de situaciones que, finalmente, permitirán instalar en el paladar de cada argentino, de cada chileno y cada sudamericano algo privativo del universo de los dioses, ya reconocido en la antigua Grecia y en el mismo Imperio Romano.
Hoy por hoy es posible adquirir una botella de vino que acompaña encuentros festivos que se asemejan a las celebraciones de la vendimia, la que año tras año se lleva a cabo en estas tierras del Sur. Se ha materializado así un producto que lleva en sí mismo el arraigo de una cultura, de un patrimonio, el que seguirá con el paso del tiempo instalándose, renovándose, otorgando a cada comunidad una identidad propia que la define, la describe, la enriquece y enaltece.
«El libro de mi vida»
La obra “La Vid y El Vino”de Pablo Lacoste es considerada por el propio autor como “el libro de mi vida”, lo que habla de la importancia, de su interés contínuo por el tema y de su dedicación a la escritura creativa.
Lacoste ha tenido en cuenta en forma muy acertada la ubicación geográfica, que presenta una gran particularidad por el espacio descripto, y del que mucho se comenta pero no se había escrito con tanta claridad y con un caudal de información que transmitido con verdadero sentimiento.
El siguiente video pertenece a la presentación del libro «La Vid y El Vino», para sentir la emoción del autor en pocos minutos:
El valor de la presente obra también se encuentra en la dimensión cronológica, que permite al lector comprender la evolución y transformación del cultivo de la vid, como así también los cambios en la producción del vino como bebida que otorga un carácter singular al Sur de América.
Durante largos años Pablo Lacoste ha realizado la consulta de fuentes documentales que dan testimonio fidedigno a este libro y condensan un trabajo realizado con seriedad y responsabilidad, en cuanto a llevar a cabo una investigación de carácter científico.
Este proceso que conlleva el cultivo de la vid, la cosecha y elaboración del vino, podría decirse que se mimetiza en cada uno de los capítulos de la obra, con verdaderos racimos que en su conjunto conforman un viñedo singular, llamativo, interesante, que como un paisaje soñado da origen a una obra cautivante, que atrae al lector para disfrutar de la misma como si se tratara del deleite que produce un buen vino.
En este caso, el sabor está en la lectura de un libro, que ha llevado al autor a transitar un camino para conocer con destacada excelencia científica una realidad ancestral, y tan actual que une a países, a su gente, y su idiosincrasia.
Fuente: Gladys AballayMeglioli, Universidad Nacional de San Juan, Argentina.