Desde 2015, se celebra el Día del Vino Chileno cada 4 de setiembre. Ese día de ese año, la ex presidenta socialista Michelle Bachelet firmó un decreto instituyendo esta celebración. El origen e inspiración de este festejo fue el hallazgo de una carta fechada ese día de 1545, en la que el entonces gobernador de Chile, el militar y conquistador Pedro de Valdivia (foto principal), le solicitaba al rey Carlos V de España que le enviara “vides y vinos para evangelizar Chile”.
Por Ingrid Cubas, de thefoodtech.com
Desde 2015 a la actualidad, la industria vitivinícola en Chile se ha desarrollado a tal nivel, que este país pasó de estar 5to en el ránking mundial de exportadores de vino (en valor FOB dólar) al 4to puesto hoy, con 1.818 millones de euros vendidos en 2022, según el relevamiento de la consultora internacional Statista.
En América Latina, actualmente, sólo dos países de la región aparecen entre los 10 primeros lugares de ese ránking:
- Chile, en quinta posición, con exportaciones que superan los 1.818 millones de euros.
- Argentina, que aparece en el puesto 10 , con 752 millones de euros.
Otra cifra significativa que marca el progreso y el éxito del vino chileno fue el aumento del 9% en volumen y del 6% en valor en las exportaciones en 2022 respecto a 2021, según cifras de la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odepa) de Chile.
Exportación vs producción
A pesar de que las cifras son alentadoras en cuanto a las exportacioens de vino chileno, la producción de esta bebida no ha corrido con la misma suerte. El Servicio Agrícola y Ganadero de Chile consignó que en 2022 hubo una baja de 7,4% en la producción total de vino chileno con respecto a 2021.
El 92,2% del vino chileno se continúa produciendo en regiones específicas como Maule, O’Higgins y el área Metropolitana de Santiago.
Tal y como ocurre en algunos de los países y regiones famosos por sus vinos, como Francia, Italia o España, en Chile también se implementó la distinción Denominación de Origen, homologada y regulada por la Organización Internacional de la Vid y el Vino (OIV). En este caso particular, obedece a un decreto gubernamental del Ministerio de Agricultura emitido en diciembre de 1994, en el que se comenzaron a distinguir las distintas zonas productoras por regiones, zonas y áreas.
En esa norma, se especifica que para ostentar desde la etiqueta que se trata de un ejemplar con Denominación de Origen (DO), el 85% de las uvas empleadas en dicho vino deben provenir de un origen establecido y con estrictas normas de calidad
De forma general, en Chile existen tres productos con Denominación de Origen: el pisco, el pajarete y el vino asoleado; sin embargo, también se considera “denominación de origen especial” a algunas bebidas producidas en otras zonas vitivinícolas.
El pajarete es un vino dulce con Denominación de Origen que sólo puede producirse en las regiones de Atacama y Coquimbo. En su producción se utilizan tres variedades de uva: moscatel de Austria, moscatel de Alejandría y País o Criolla. En tanto, vino asoleado es una Denominación de Origen que queda reservada para el vino generoso genuino producido y envasado, en unidad de consumo, en el área de secano comprendida entre el Río Mataquito por el Norte y el Río Bío-Bío por el Sur, proveniente de vides plantadas en el área mencionada.
Un momento relevante en la historia del vino chileno ocurrió a comienzos de 1980, cuando el fabricante español Miguel Torres llegó a este país y modernizó la producción vitivinícola: fue el primero en instalar tanques de acero inoxidable y barriles de roble francés para transformar los procesos de producción. Su ejemplo fue seguido por los fabricantes chilenos, lo que produjo una explosión de nuevas plantaciones y el crecimiento constante en la exportación de vinos. Actualmente, los enólogos y viticultores han descubierto nuevas áreas de cultivo, escalando alto en las montañas de los Andes, buscando frescura en la Cordillera de la Costa e incluso en las regiones más extremas del norte y sur del país.