De sus padres y abuelos, Aldo Biondolillo heredó la pasión por el vino. Con mucho esfuerzo y visión de futuro, junto a los suyos hizo fructificar los viñedos familiares de Luján, Tunuyán, Tupungato y Maipú y levantó una bodega modelo como es Tempus Alba, en Coquimbito. Hoy, con sus hijos a cargo de la producción y el enoturismo, Biondolillo está dedicado de lleno a la investigación científica y enológica, que inició hace 20 años y le permitió desarrollar una nueva categoría de vino a nivel global: un blend de clones de malbec provenientes de un mismo terruño de su finca.
Entrevista: Pedro Straniero y Lorena Mellone
Fotos y video: Renzo Straniero Nolly
Decidido a ser protagonista de la reconversión que -sostiene- necesita la industria, el productor, empresario e investigador Aldo Biondolillo ha logrado, tras 20 años de trabajo científico, realizar una selección clonal de cepas de malbec sin manipulación genética, y actualmente transfiere esos clones de probada calidad enológica a otros productores interesados en adquirirlos. Luego de la multiplicación in vitro de los clones de malbec, llega al mercado no sólo con las plantas sino también con vinos únicos elaborados con esas uvas.
Biondolillo proclama, y practica, una filosofía de trabajo orientada a la cooperación. Entre sus dogmas, sobresale la premisa “cooperar para competir”. Cree fervientemente en “una industria donde el esfuerzo y los resultados de ese esfuerzo se comparten”.
Instalado en su base científica dentro de la Finca La Alborada, en Anchoris -donde se encuentran el laboratorio y los invernaderos de crianza de las cepas clonadas-, Biondolillo accedió a esta extensa entrevista con Enolife, en la que generosamente comparte sus conocimientos y sintetiza sus investigaciones, realizadas durante los últimas dos décadas.
-¿Cómo fue el inicio de esta investigación?
Nosotros hemos generado varias innovaciones a lo largo del tiempo, y una de ellas es justamente cambiar el proceso de producción de las plantas de vid, pasando de ser una actividad sólo agrícola, que en consecuencia es clima-dependiente, a una actividad industrial, en la que producimos plantas industrialmente bajo condiciones controladas. Empleamos una técnica muy específica, que es la micro propagación in vitro; esto significa que no partimos de material leñoso de poda invernal sino que partimos de una yema verde, que se toma a principios de primavera. Esa yema se abre debajo de una lupa y de ella se extrae de la parte más sana, que es el meristema, un tejido verde que naturalmente está libre de virus. Entonces, partimos de ese material sano para luego iniciar un proceso en condiciones totalmente vigiladas y asépticas, de manera tal que no exista ninguna posibilidad de que el proceso se contamine a lo largo de la producción.
-¿Cuál es el procedimiento para obtener estos clones de malbec de alta calidad?
-Partimos de la implantación de un nuevo viñedo de dos hectáreas y media en la zona aledaña de la bodega, en Coquimbito. Allí se plantaron 8000 plantas u estacas provenientes de todas las zonas productivas de Mendoza donde el malbec se había afianzado y destacado como una variedad de calidad. A partir de esa recolección de material y de la implantación del viñedo que mencioné, empezamos a contar con un banco genético en el cual las plantas provenían no de un solo terruño, sino de una colección de la mayor variedad posible de expresiones de malbec, que ya por naturaleza es una variedad genéticamente muy rica, de la que existen cientos de clones.
Notamos que lo que se conoce en el mercado es la expresión de un malbec promedio, y lo que hicimos fue meternos dentro de la variedad y hacer un proceso de selección clonal.
Este proyecto se inició en el año 2000, y al día de hoy ya obtuvimos 16 clones seleccionados. Partimos de ese 8.000 plantas de Coquimbito, de las cuales se seleccionaron 589 plantas que morfológicamente o -como se dice técnicamente- “desde el punto de vista ampelográfico”, eran unas expresiones muy típicas del malbec.
-¿Cómo y cuándo se traslada la experiencia a los viñedos y al laboratorio de Anchoris?
-Las plantas fueron implantadas a repetición en Anchoris, con la intención de tener mucho más material disponible, hileras completas del mismo clon a partir del cual volver al inicio del procedimiento, haciendo una nueva selección visual pero además sumando una batería de análisis físicos, químicos y catas de uvas con proyección al vino.
De cada cabeza de clon que estaba en proceso de evaluación se hicieron microvinificaciones -vinificaciones en pequeño volumen- y, con esos resultados y el resto de las observaciones que veníamos ya realizando, concluimos al cabo de 15 años con 16 clones de probada calidad enológica superior. De los 16 clones seleccionados se extrajo el patrón genético y se identificó su ADN, con toda la descripción ampelográfica. Esto nos permite registrarlos y, en algunos casos, patentarlos para usarlos con exclusividad… Pero nosotros, para ser consistentes con nuestra creencia en la cooperación, en vez de patentar estos clones y patentar los resultados, preferimos abrirlo a la comunidad vitivinícola, a la industria, para en cierta forma facilitar la transferencia de nuestro conocimiento al resto de los productores.
-¿En qué punto está el desarrollo del proyecto científico, y cómo se hace sostenible económicamente?
-Nosotros ya pasamos de la etapa de evaluación y selección clonal a la transferencia de clones seleccionados de probada calidad enológica superior, y somos pioneros en el desarrollo innovador de haber concebido una nueva categoría de vino a nivel global: un blend de clones de malbec, single vineyard. Antes de vender nuestra genética le damos a degustar al comprador un vino terminado como muestra de la calidad que puede esperar de su viñedo.
–¿Han tenido apoyo del Estado o de otras instituciones para llevar adelante el proyecto?
Cuando recién hablé de “probada” calidad, no lo digo desde Tempus Alba, sino desde un trabajo interdisciplinario y multiinstitucional, porque todo lo pudimos hacer gracias a un subsidio que fuimos recibiendo del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación, a través de tres proyectos Fontar (Fondo Tecnológico Argentino), lo que nos ha permitido realizar un trabajo innovador y a escala comercial.
-¿De qué manera funcionan esos subsidios, cómo se accede?
-El subsidio baja de la Nación a la provincia y a la empresa; se inicia en el Ministerio de Ciencia y Tecnología, que tiene una Agencia Nacional de Promoción Científica y Técnica, la que dispone de recursos y fondos específicos para promocionar la investigación y el desarrollo de la innovación. Para acceder a esos recursos, las empresas deben presentar un proyecto, que es evaluado. Nosotros logramos concretar tres proyectos con ese fondo, que se fueron escalando en el tiempo. También logramos un proyecto con otro fondo llamado Fonarsec, el cual nos permitió convertir el proyecto de la escala piloto a la comercial.
-¿Cómo vivió la experiencia de trabajar en el ámbito privado con fondos públicos? ¿Fue fructífera esa integración entre las dos partes?
-Esa es justamente nuestra línea de trabajo. Creo que la fortaleza está en trabajar con esta base público-privada, porque los resultados de la empresa no sólo son evaluados internamente sino que deben pasar por un proceso de evaluación dentro del mismo Ministerio. Yo soy un defensor del trabajo público-privado, y este proyecto lo hicimos en asociación con el Estado, cofinanciando entre ambos, otorgándole así una mayor validación a todo el proceso, porque con los recursos que recibimos del Ministerio contratamos profesionales especialistas que avalaron la “probada calidad” de la que hablamos, ya que ellos lo certifican como expertos y no defendiendo un interés comercial. Es eso justamente lo que nos permite garantizar una mayor calidad enológica.
«Insisto en algo: nuestra filosofía de trabajo está orientada mucho a la cooperación; nosotros tenemos entre nuestros dogmas una premisa que dice “cooperar para competir”, y creemos fervientemente en eso, en una industria donde el resultado del esfuerzo se comparten»
Una empresa familiar con más de 100 años de historia
Con orgullo, Biondolillo cuenta que Tempus Alba es “netamente una empresa familiar, una pequeña bodega con más de cien años de historia, iniciada por mis abuelos y los de mi esposa”. “Con el nombre actual –aclara-, el proyecto es nuevo y está en manos de nuestra familia directa, de mi esposa y nuestros tres hijos, cada uno en su especialidad.
Y detalla el productor e investigador: “La finca original está en Carrodilla; en Tupungato, en la zona de La Arboleda, tenemos la Finca San Antonio, de la familia de mi esposa; y en Anchoris, la Finca La Alborada, que nace con el proyecto del que venimos hablando”.
“Nos diferenciamos -resume- por la apuesta a la innovación y a la generación de conocimientos, que es la base de nuestra estrategia empresaria; eso nos permitió transitar el período de poscrisis terminal que vivió la industria en los años ’80, transitar los años difíciles con una propuesta basada en la diferenciación del producto y en el desarrollo de una tecnología única”.
“No hacemos cosas raras”
«Nosotros lo que hacemos es acelerar el proceso de la naturaleza, porque lo que a la naturaleza le lleva cien años nosotros lo hemos hecho en diez años«
-¿Sus investigaciones incluyen el uso de técnicas de ingeniería genética para modificar la genética de la planta?
-No, acá no hay ningún tipo de manipulación genética; eso lo remarcamos, así que le agradezco la pregunta, porque a veces cuando uno habla de clonación inmediatamente la gente piensa que estamos haciendo cosas raras. La verdad es que utilizar técnicas de ingeniería genética para intentar mejorar la genética de la planta mediante la incorporación de un gen resistente a algún factor adverso, puede tener consecuencias que no se sabe en qué puede terminar… Hay investigaciones al respecto, todos los países vitivinícolas lo están haciendo en silencio, no lo dicen abiertamente pero en todo el mundo están trabajando para incorporar resistencia a la sequía o a plagas… Pero no es nuestro caso: nosotros lo que hacemos es acelerar el proceso de la naturaleza, porque lo que a la naturaleza le lleva cien años nosotros lo hemos hecho en diez años.
La inagotable riqueza del malbec
El «Master of Wine», periodista, locutor, comentarista, catador y juez de concursos internacionales inglés Tim Atkin se refiere a los vinos elaborados con clones de malbec por Aldo Biondolillo. El video fue realizado por la revista digital estrategiasymercados.com -conducida periodísticamente por los colegas Marcelo Bustos Herrera y Pablo Pérez Delgado, a quienes agradecemos- y resulta de interés insertarlo en este punto de nuestra entrevista.
-Cuando un consumidor compra un vino de Tempus Alba hecho con una cepa clonada, ¿qué diferencias puede encontrar con otros vinos? ¿Cómo se traduce el trabajo científico sobre las plantas en el producto final?
-Hay dos formas de poder llevar a la mesa o a la copa el resultado de este trabajo. Uno, es nuestro vino ícono “Tempus Alba Vero Malbec”, que nace luego de que obtuvimos los primeros clones seleccionados para la producción y la identificación. A la palabra “vero” (verdadero) la heredamos de nuestros ancestros italianos, y es ambiciosa en el sentido de que buscamos representar con ella al verdadero malbec, seleccionar lo mejor de la cepa, y para nosotros constituye un salto cualitativo que se puede apreciar en la copa.
La otra forma de acceder al producto es a través de los vinos de un círculo -como los de los planes de ahorro- que hemos conformado, el Círculo Malbec Plural; es un grupo de 16 bodegas y 2 más que se están por incorporar, en el que hemos extrapolado a la parte comercial la filosofía de cooperar para competir. A cada miembro del Círculo no se lo obliga a nada sino sólo a devolver información sobre cómo se están desarrollando esos clones implantados en su terruño. Hay terruños -o terroirs- de Salta, de Córdoba, de Buenos aires… De esta forma, también estamos haciendo un seguimiento y una medición exhaustiva de la interacción genética-terroir, con el propósito de ordenar la discusión sobre el terroir, porque acá parece que el que no está en un determinado terroir no existe, y no es así… Para mí, primero está la genética y después el terroir.
Entonces, de esa interacción genética-terroir nosotros estamos discerniendo qué parte de la calidad es atribuible a la genética y qué parte al terroir. Esto puede gustar o no: en general, como en muchas cosas, la biblioteca está dividida cincuenta por ciento de cada lado. En Europa, en Francia , Italia o España, al tener mil años de vitivinicultura, la genética ya es parte del terroir… Pero acá no, porque estamos desarrollándonos… En el Viejo Mundo, lo más valioso que tienen son los terruños y las Denominaciones de Origen.
Pero volviendo al tema del Círculo que hemos conformado, ya tenemos una marca, “Malbec Plural”, y los primeros vinos con esa marca son los de nuestros viñedos. “Malbec Plural” es el vino del Círculo, pero no se obliga a ningún miembro a comercializarlo usando esa marca. Es una opción comercial, pero al identificarla en común puede generar sinergia.
Algunos de los miembros del Círculo son Alejandro Nesman y Valeria Antolín, de Bodega Piattelli; Michel Rolland y Marcos Etchart, de Bodega San Pedro de Yacochuya; Susana Balbo y Edgardo del Pópolo, de Susana Balbo Wines; Roberto de la Mota y Luis Perocco, de Mendel Wines y Ramiro Balliro, de Bodega Diamandes.
Un protocolo de elaboración único para un Malbec Plural
-¿Cómo se produce ese vino del círculo en cada bodega?
-Se produce con el mismo clon implantado en cada diferente terruño, justamente para buscar esas diferencias, pero eso sí, se hace con un mismo protocolo de manejo de viñedo, para que todas las vinificaciones se hagan en igualdad de condiciones. Dentro de este esquema de trabajo, hay enólogos que también hacen los vinos con el mismo clon pero con su propio aporte enológico… Entonces, la “pluralidad” viene de todos lados. El de nuestra bodega será el primer “Plural” porque nuestros viñedos están más avanzados, pero la puerta está abierta a que otros integrantes del círculo elaboren otro “Plural”, que va a tener la misma etiqueta comercial con su identificación, su identidad como marca y empresa y su terruño expresado también en la etiqueta. Entonces, estamos haciendo una colección de vinos “singulares” que conforman el concepto del malbec plural.
-¿Qué otras ventajas o réditos tiene pertenecer al círculo de bodegas «Malbec Plural”?
-Estamos compartiendo información, lo que tal vez sea lo más valioso. Porque los datos y experiencias que vengan, por ejemplo de Cafayate, no los guardamos para Tempus Alba, sino que los ponemos a disposición del círculo en una base de datos común. Pero esto no tiene techo, porque al disponer de 16 clones, que cualquiera en el círculo puede utilizar o incorporar a su bodega o a su corte en distintas proporciones, las posibles expresiones ya son miles, y si uno realiza cortes de clones de distintos terruños, las posibilidades se multiplican en progresión geométrica, son infinitas. Todo eso, llevado a una botella y a una etiqueta, enriquece a la industria.
-A propósito, ¿qué valores agregados necesita la industria para salir de la meseta en que se encuentra por la baja del consumo de vino en las últimas décadas?
-Nosotros estamos muy comprometidos con ser una parte activa en la reconversión que todavía necesita la industria, especialmente en el Este mendocino, una zona que ha quedado rezagada con respecto a otras… En el Este se pueden hacer cosas interesantísimas, siempre y cuando uno se plantee una vitivinicultura mirada no desde un solo lugar sino desde las cinco subcadenas que considero que tiene la industria: la primera sería la de los vinos embotellados, tanto para el mercado doméstico como para la exportación, en todos los segmentos de precio; luego tenemos el vino a granel, con idea de explorar y explotar el gran potencial que tiene la exportación a granel; después el segmento del mosto concentrado, en el que hay hay convenios entre Mendoza y San Juan para destinar parte de la uva a mosto y así suavizar el impacto de la sobreproducción; a continuación pongo el sector de la pasa uva, que para el Este es una alternativa muy interesante; y finalmente la uva de mesa. A estas 5 subcadenas yo le agrego el enoturismo, que es lo que va a motorizar y traccionar a la industria, especialmente cuando el país ofrezca una mayor estabilidad. Hoy, sin embargo, en este terreno del turismo receptor estamos siendo competitivos, por el tipo de cambio favorable, pero cuando el dólar esta subvaluado es imposible dedicarse al turismo.
-¿Cuál es el aporte del círculo, de su empresa y de sus investigaciones a esta industria en crisis?
-¿Cuál es el aporte nuestro? Fortalecer al productor con la genética. E el sentido del círculo es facilitar la transferencia de conocimientos y tecnología para que un productor del Este, por ejemplo, pueda cambiar 5 o 10 hectáreas improductivas o no rentables por 5 hectáreas de alta productividad y de calidad incluso exportable, para que de su actividad un recurso rentable y digno. Con ese objetivo, también estamos hablando con algunos viveros para darle más escala a nuestro trabajo sin perder la identidad y la trazabilidad. Parte del compromiso asumido con el Ministerio de Ciencia y Tecnología fue que este emprendimiento, al final del proyecto, tendrá que tener su propia razón social, independizarse de Tempus Alba y ser económicamente autosustentable. Justo ahora estamos en esa etapa, registrando esta nueva empresa de bases tecnológicas, con la que queremos cada vez más identificarnos con el concepto de cabaña vitícola, antes que de vivero vitícola. La diferencia es que “cabaña” nos representa más, en el sentido en que nosotros somos vendedores de genética mas que de plantas, y hoy por eso los viveros pueden ser aliados nuestros, siempre y cuando el vivero maneje el material en condiciones pautadas por las dos partes.
De la tierra al laboratorio, de la plántula al surco
Biondolillo conduce personalmente todo el proceso de desarrollo de las plantas de malbec clonales. En su finca La Alborada, de Anchoris, Tupungato, ha construido y equipado un laboratorio especiel climatizado para “criar” los vegetales. Así nos explica todo el proceso:
“Para obtener una planta clonada lista para llevar al viñedo, todo el proceso lleva en total 18 meses. Primero, para realizar la multiplicación en sí misma, hacen falta 45 días en el laboratorio. Ese ciclo de 45 días se repite todas las veces que sea necesario, hasta tener el número final de plantas buscado. Y luego comienza la fase de rusticación, que tiene dos etapas. La primera es la rusticación que se hace en el laboratorio, y la segunda es la que se hace en el invernáculo o invernadero. El término rusticación alude a que la planta debe hacerse más fuerte, más rústica, irse adaptando al ambiente.
“Esa planta recién va a ir a campo 20 o 22 meses después. Por ejemplo, las plantas desarrolladas en noviembre de 2019 recién se implantarán en octubre o noviembre del 2020, porque sería muy arriesgado llevarla al campo antes, arriesgándose a una helada tardía… Cuando ya empieza la parte del año libre de heladas, se puede llevar al campo con tranquilidad, y para ese momento ya pasaron dos inviernos. Para dar el fruto, son 3 años, como siempre. Pero con las plántulas criadas in vitro, puede haber cierta precocidad, si se toma en cuenta que pasaron dos años de su vida en invernáculo y entran en producción tras estar dos años en la tierra”.
Dentro de todo este proceso hay numerosos detalles y varios secretos que Biondolillo comparte: “Siempre recomendamos a los adherentes al círculo plantar plantas en maceta, no en barbados, pero en algunos casos, cuando la distancia a transportar la planta es demasiado grande, por ejemplo de Mendoza a Salta, enviarlas en maceta encarece mucho el flete, y en ese caso sería recomendable mandarlas en barbados».
Y nos detalla también los problemas que pueden sufrir las plántulas: “Acá hay una muestra de lo que fue un mal transplante -dice mientras levanta una de las miles de macetitas ordenadas en fila dentro de su invernáculo-; en este sector tenemos un 80 o 90 por ciento de fallas, con pérdidas grandísimas, por distintos factores… En esta etapa de traslado de las plántulas al invernadero hay que mantenerlas y vigilarlas con muchos cuidados… pero cuando ves que la planta tira hojitas nuevas, es porque ya está bien”.
-¿Le preocupa el cambio climático? ¿Cómo nos afecta en Argentina y en Mendoza?
-Al igual que en otras latitudes del mundo donde se cultiva la vid, en Argentina también el cambio climático ya está instalado en nuestra vitivinicultura, y se manifiesta en dos niveles distintos. Por un lado, con una menor precipitación de nieve en la cordillera, lo cual después se traduce en una menor disponibilidad de agua para riego, algo que aquí vivimos con varios años de crisis hídrica. Y por otro lado, con veranos mucho más húmedos y lluviosos, que generan condiciones más propicias para el desarrollo de enfermedades de hongos y otras plagas, lo cual termina afectando la producción de uva tanto en la magnitud de la cosecha como en la calidad de la uva.
-¿Y cómo se preparan ustedes para enfrentar este cambio climático? ¿A eso apunta el trabajo de selección clonal y la transferencia de los clones a productores que los implantan en sus diferentes terruños?
-A manera de síntesis, puedo decir que a través de nuestra transferencia de los clones seleccionados de malbec a productores de distintas zonas vitivinícolas del país, a zonas con distintas condiciones agroecológicas, podemos evaluar la interacción entre genética y terroir, y esto a su vez nos permite definir una estrategia de optimización de la calidad del malbec, para así conocer anticipadamente cómo la calidad de nuestra variedad emblemática está respondiendo a esas nuevas latitudes y altitudes. Con esos datos, finalmente podríamos diagramar una estrategia con respecto a hacia dónde deberían moverse los cultivos en el caso extremo de que el cambio climático forzara al desplazamiento geográfico del malbec.
-¿Cómo se traduce el mejoramiento de la calidad de las plantas en la producción de uva?
-Uno de los objetivos que buscamos es lograr una mayor produción de uva por planta y por hectárea, y con una calidad sobresaliente. De esa forma, le estamos dando al productor una posibilidad de negociar mejor su uva, si es que él tiene que venderla a una bodega, o le estamos dando a la bodega que planta algunos de nuestros clones la posibilidad de levantar el nivel de calidad, y con mayor rendimiento por hectárea. Esto se logró gracias a que en el proceso de selección dejamos afuera a todas las plantas que tenían muy baja fertilidad de flores… Es que una variedad como el malbec está muy sujeta al problema del corrimiento, es decir que un racimo esté parcialmente lleno, o que en el mismo racimo convivan granos grandes y pequeños, o que directamente haya pocos granos por racimo. Todo eso queda ya descartado en el proceso de preselección que hicimos en la primer etapa, y ahora nuestros clones tienen racimos llenos, con muy buen peso y un tamaño de baya mediano o chico, algo que también es buscado desde el punto de vista enológico.
Por ejemplo, si tomamos como referencia los entre 5.000 y 10.000 kilos por hectárea que dan los viñedos tradicionales de Mendoza, podemos llegar a 25.000 o 30.000 kilos por hectárea cuando implantamos un clon más productivo y las cepas son conducidas en parral.
Miles de plantas a partir de una sola yema
La innovación tecnológica desarrollada por Aldo Biondolillo y el equipo científico de la Bodega Tempus Alba comienza con la elección de una yema de una planta madre genéticamente superior. De ella se extraen pequeños trozos de tejido verde que se enraizan y crecen dentro de un recipiente de vidrio en condiciones de asepsia total. Una vez que la nueva plántula alcanza una altura de unos 10 centímetros, es seccionada en pequeños segmentos o microestacas que se vuelve a implantar en otro recipiente, repitiéndose este ciclo de micropropagación in vitro hasta alcanzar el número de plantas deseadas, las que luego de una etapa de rusticación son trasplantadas directamente a campo. La importancia económica de esta técnica está dada por el hecho de que, comenzando con una sola yema, es posible obtener en el curso de un año decenas de miles de plantas genéticamente idénticas con estándares de calidad y absolutas condiciones de sanidad, esto es libres de virus y trazabilidad.
Entre las principales ventajas de trabajar con la selección de clones, se puede citar que hay menor predisposición natural al problema de corrimiento, contar con plantas naturalmente más equilibradas y lograr mayor productividad al actuar sobre el rendimiento en kilos por planta.
-Usted ha dedicado su vida entera a la vitivinicultura, con mucho trabajo, cosechando éxitos y seguramente sinsabores… ¿Cómo lo está disfrutando hoy?
-Me considero un privilegiado de la vida y lo estoy disfrutando al máximo, por muchos motivos… Uno, es haber podido emprender con la familia un proyecto en común que es muy enriquecedor, pese a que a veces los problemas o las brechas generacionales se hacen presentes y hay discusiones que alcanzan decibeles muy altos. Pero igual nos enriquecemos, y a mí personalmente esa convivencia con mis hijos me permite aprender mucho todos los días.
También disfruto el poder haberlo hecho en conjunto con mi esposa, ella está muy presente todo el tiempo, no tanto en la tarea diaria pero sí en la contención, porque esa contención, en las empresas familiares pequeñas y en un país complicado con tantos altos y bajos, es muy importante… Sobre todo la contención de madre a hijos, que son los que están en el día a día… Yo me doy el lujo de estar en las investigaciones, que es lo que más me motiva, pero ellos tienen que transitar el día a día… Desde ese punto de vista también siento una felicidad enorme por haber podido concretar todo esto, aportando mi granito de arena a la industria. Una industria que, para mi gusto, es un tanto mezquina, no da mucho para compartir. Y el haber podido aportar a esta convivencia, con este ida y vuelta de información dentro del círculo Malbec Plural, me enriquece mucho. Por eso digo que soy un privilegiado.
–¿Cuál es el objetivo final de sus investigaciones, a qué apuntan?
-Nuestro esfuerzo innovador apunta a la creación de una nueva empresa de triple impacto, basada en el conocimiento, que aporte simultáneamente a la mayor productividad individual, al crecimiento económico sectorial, al desarrollo social del sector rural y a la preservación del medio ambiente.