El Departamento General de Irrigación administra el 99% del agua superficial de la provincia -el 1% restante es agua subterránea extraída en pozos. La mayor parte va para la actividad agrícola, y sólo el 11 % para agua potable. En el campo, se derrocha por el riego por inundación. Y en la ciudad, por falta de conciencia de los usuarios y rotura de caños. Por la crisis hídrica, Irrigación y Aysam analizan como redistribuir sin restringir la provisión.
El problema de la escasez del agua por la crisis hídrica es un tema en permanente consideración en Mendoza, una provincia cubierta en su mayor parte por terrenos desérticos, donde sólo el 4 % corresponde a superficie cultivada. Hasta hace pocos años, el foco del debate estaba puesto en el derroche urbano, en el despilfarro que los usuarios hacemos del 11 por ciento que Irrigación destina al «agua para beber».
Sin embargo, en los últimos tiempos, con el agravamiento de la crisis, el punto de mira ha cambiado hacia el agua que se destina a riego del campo -el 81 % del agua superficial, es decir el agua que baja desde los glaciares y la nieve de alta montaña hacia el llano, a través de los 6 ríos que atraviesan Mendoza de oeste a este.
En el agro, el mayor despilfarro, por mucho, se produce con el denominado «riego a manto» o «riego por inundación», consistente en tapar los campos de cultivo con una capa de agua. La opción sustentable, claro está, es regar con otros sistemas de conducción más económicos, en primer lugar el riego por goteo. Pero para eso hace falta tecnificar mucho más las fincas y destinar recursos económicos privados y estatales al sector agrario.
Para el superintendente general de Irrigación de Mendoza, Sergio Marinelli, algunos de los motivos de los desequilibrios del recurso hídrico son el «derroche y despilfarro» urbano de agua potable, que termina impactando en que «no alcanzan los turnos de riego para cosecha». El directivo del ente regulador del agua agrega: “La mitad del agua es la que va a parar a riego o a roturas de cañería, porque la otra mitad llega a las plantas cloacales». Sumado a este inconveniente, Marinelli advierte: «Sólo hay 80 inspectores controlando y multando en toda la provincia».
Pero al mismo tiempo, el superintendente asegura que es imposible reducir la cantidad de agua que Irrigación le entrega a Aysam, ya que se utiliza como «agua para beber» y eso no puede restringirse.
“Gran parte del agua de la planta Potrerillos es robada, hay caños pinchados para sectores pedemontanos. Battagión hizo la denuncia respectiva en su momento”.
Sergio Marinelli
De todos modos, con todas estas condiciones, el siguiente gráfico muestra que, del total del agua distribuida por Irrigación, sólo el 11% se utiliza para abastecimiento poblacional, mientras que la producción agrícola se lleva un 81 %.
El problema más serio, para Marinelli, está en las zonas productivas irrigadas por el río Mendoza.
“En algunas zonas no alcanzan los turnos de riego para administrar la cosecha. Si le cortaramos la mitad del agua a Aysam tampoco lo arreglaríamos. El 39,2% del agua del Río Mendoza va a ir a parar a agua potable, entonces cómo no va a haber estrés hídrico en la zona de producción”.
Estrés hídrico en zonas productivas.
Para aclarar un poco más la situación, Irrigación publicó en su página oficial la distribución estimada de agua superficial, río por río (temporada 2019/2020, ajustado a diciembre de 2019).
Río por río:
De qué se trata el riego a manto
Es un método de riego llamado de «escurrimiento». El agua se aplica cubriendo parcialmente el terreno. Luego se escurre y se infiltra en los pequeños cauces llamados surcos (riego por surcos, corrugaciones) o bien se desliza sobre el suelo en forma de delgada lámina que se infiltra en su desplazamiento (riego por inundación). En ambos casos el agua infiltrada moja la zona de raíces del cultivo.
Fuentes: Departamento General de Irrigación, Gobierno de Mendoza y Unidiversidad