Dos de las reservas naturales más importantes del planeta muestran claramente las consecuencias del cambio climático: en Groenlandia, que guarda las mayores reservas de agua dulce, se derriten los glaciares a un ritmo acelerado; y en el Amazonas, donde están las principales fuentes de oxígeno y dióxido de carbono, la sequía provoca incendios devastadores.
La fisiología, productividad y ciclo fenológico de las vides depende de las condiciones climáticas. Con la temperatura en aumento, la vitivinicultura debe adaptarse a los nuevos fenómenos extremos.
El impacto del cambio climático aumentará la temperatura a nivel mundial, pero donde ya es realmente apreciable es en las variaciones locales, debido a que las pequeñas modificaciones de temperatura y evaporación pueden tener gran influencia sobre el equilibrio de carbono entre fuente y sumidero, en el crecimiento vegetal (morfológico y metabólico), en las variaciones en la fenología de las especies y, por tanto, en sus relaciones de predación, competencia, simbiosis y patogenicidad. En esta distancia corta, en la de la denominación de origen, la del terroir, la de la finca, es donde el cambio climático tendrá incidencia cuantificable más rápidamente.
Las temperaturas en ascenso en las zonas vitivinícolas pueden producir cambios en el sabor de las uvas. Cuanto más calor, se genera mayor contenido de azúcar en las uvas, lo que luego se traduce en la formación de más contenido de alcohol en la fermentación, lo que a su vez modifica los compuestos minoritarios responsables de los aromas.
Debido a que el aumento en la temperatura adelanta todo el ciclo vegetativo, se deben esperar mostos que no llegarán a desarrollar la madurez en todos sus componentes, observándose una merma en la cota de antocianos, que son los pigmentos que causan el color rojizo del vino tinto. También se producirá un aumento del pH y un descenso del nivel de acidez en los ácidos tartárico y málico, nivel que debe ser alto para preservar el buen estado de los vinos. En suma, por efecto de las variantes apuntadas, las vendimias en algunas zonas podrían adelantarse entre 9 y 12 días.
Esto va a obligar a los viticultores a adaptarse a un nuevo escenario, en el que se necesitarán una serie de medidas paliativas, como ser reorientar las hileras de las vides o reordenar las hojas para obtener más sombra (sin aumentar la cantidad de las mismas para no afectar la tasa de fotosíntesis). En un punto más extremo, se encuentra la opción de trasladar un viñedo a zonas más frescas, o sea, en la práctica, plantar un nuevo viñedo en otro lugar.
La implantación en terrenos elevados ayuda a los viñedos en la lucha contra los efectos del cambio climático, permitiendo mantenerlos a una temperatura correcta, conservando las amplitudes térmicas y la sanidad de las plantas. Dentro del mundo de la vitivinicultura, se define la amplitud térmica como la diferencia expresada en grados entre la temperatura máxima y la mínima registrada o medida en un mismo lugar exacto, durante determinado período de tiempo. Dicho período de tiempo puede consistir en un día calendario, expresándose la máxima durante el día solar y la mínima durante la noche, o bien en un año calendario, registrándose la máxima en verano y la mínima en invierno.
Por supuesto, estos rangos se ven condicionados o marcados por diferentes factores, como por ejemplo la humedad relativa, los vientos o brisas, los cielos diáfanos o nublados, la altura del viñedo, la inclinación del viñedo, la cercanía al agua (sean lagos o mares), la localización latitudinal, el régimen pluviométrico, y hasta diferentes labores en el terruño o los tipos de conducción de las vides, que puedan provocar sombras sobre los racimos.
Podemos encontrar amplitud térmica originada por dos tipos de emplazamientos diferentes. Caso uno, por citar un ejemplo, puede darse en la Patagonia argentina, donde en muchas de sus subzonas, enfrentaremos días muy calurosos y noches frescas: en este punto, obtenemos amplitud térmica por latitud. Caso dos, puede darse en los Valles Calchaquíes de Salta, Argentina, donde a unos 2.500 metros de altura, hallaremos el mismo efecto, pero en este ejemplo será denominado amplitud térmica por altitud.
Esto permite que la vid realice la fotosíntesis de hidratos de carbono y estimule su metabolismo de antocianos durante el período diurno, y que por otra parte se «frene» y «descanse» por la noche, sin necesidad de realizar esfuerzos y amalgamando en las bayas los compuestos producidos durante el día, gracias al calor y la luz solar, justamente promoviendo que los azúcares que la uva produce durante el día no sean respirados durante la noche y así la planta alcance mayores concentraciones.
En el pedemonte mendocino, los estudios climáticos muestran un leve aumento de la temperatura, que son menores a medida que se aumenta en altura. Así como ejemplo, durante los últimos 50 años en Chacras de Coria, ubicada 937 msnm, la temperatura media máxima aumentó 0,6° C y la temperatura media mínima 0,44° C. En cambio en San Rafael, ubicada a 709 msnm, estos valores son 0,9°C y 0,6°C.
En este ámbito, son fundamentales para adaptar nuestra viticultura el establecimiento de indicadores holísticos de cada parcela, las características de cada bodega en el contexto de su denominación de origen (DO) y realidad geográfica, la cantidad de materia orgánica en el suelo, el contenido de agua en el mismo, el balance hídrico de acuerdo a la carga de frutos, el ratio entre aplicaciones de fitosanitarios orgánicos y producción, los índices de biodiversidad asociados a las cubiertas verdes del suelo y otros indicadores.
En la región Cuyo, es evidente la necesidad de conocer mejor la variabilidad y el cambio climático a fin de atenuar los posibles impactos negativos. Se sabe que la ocurrencia de los sucesos llamados “El Niño” y “La Niña” (que son fases opuestas de un mismo fenómeno de variabilidad climática global en el océano Pacífico) incide marcadamente sobre las nevadas en la Cordillera.
Durante el fenómeno “El Niño” las nevadas invernales son generalmente copiosas, mientras que en un año “Niña” sucede lo contrario. El cambio climático global parecería estar modificando la frecuencia y/o intensidad de esos sucesos, así como aumentar la evapo-transpiración. A su vez, la disponibilidad de agua en los ríos cordilleranos, que posibilitan el desarrollo de los Oasis del Centro-Oeste del país, depende de la fusión de la nieve acumulada en la Cordillera, y es esencial en la vida económica de éstos, basada en producciones frutihortícolas bajo regadío.
La situación de demanda creciente de productos vitivinícolas promueve la necesidad de una mayor intensificación de la producción con el objetivo de obtener mayor productividad por unidad de superficie y de aportación externa, junto con una clara y decidida política de conservación medioambiental. Todo ello genera un gran reto para la agricultura del siglo XXI, ya que las prácticas utilizadas hasta el momento tienen claros límites tanto en sus ingresos (utilización de recursos no renovables), como de resultados (saturación de la producción e incremento de producto almacenado y de residuos).
Un reciente estudio en Argentina analizó las series meteorológicas de 50 años, en tres oasis productivos de Mendoza, a través de índices climáticos y ecológicos y se concluyó que en la zona Norte (Lavalle, Las Heras) y Sur (San Rafael, General Alvear), el número de índices climáticos y ecológicos que presentaron cambios fueron menores que en la zona San Martín, Santa Rosa, La Paz.
Los investigadores señalan que por cada grado Celsius que sube la temperatura media, la vendimia se adelanta alrededor de una semana. Hay ejemplos donde las cosechas se han anticipado casi un mes respecto a hace veinticinco años. Los inviernos son más secos y producen heladas tardías que afectan seriamente a las vides.
Hoy hay zonas frías donde antes era impensable plantar viñedos o se producían vinos de poca calidad y están empezando a ser cultivables para vinos de mayor graduación y una calidad excelente. Tal es el caso de Noruega, Dinamarca o Gran Bretaña, que son tres ejemplos de países donde la producción del vino crece ya a un ritmo superior al 40% anual. Gran Bretaña ha pasado de tener 200 hectáreas de viñedos a comienzos del año 2000 a casi 3.000 hectáreas en la actualidad.
En virtud de lo apuntado, las bodegas que permanezcan en las latitudes tradicionales se verán obligadas a cultivar variedades de uva más adaptadas a la sequía, de ciclo vegetativo más largo y que, por tanto, presentarán una maduración más tardía.
El panorama global
En Europa, para mitigar el efecto del clima hoy, 170 bodegas asociadas intentan, a través de un proyecto financiado por los Estados, promover una producción sostenible adelantándose a la escasez de agua, aplicando una gestión inteligente del riego, en función de la variedad de la uva cultivada, del objetivo enológico y de la zona geográfica en la que se encuentra cada viñedo.
Los viticultores de Sudáfrica, Francia, Australia, California, Sudamérica y otros lugares se enfrentan a los efectos del cambio climático, ya que un pequeño cambio en las temperaturas puede cambiar el contenido de azúcares, ácidos y taninos de algunas variedades de uva, lo que dificulta que las bodegas logren repetir los lotes producidos en años anteriores.
Productores de California y Chile han notado que en los últimos 40 años ha habido un aumento promedio de las temperaturas de cerca de 1°C, dando lugar a cosechas que ahora se dan 10 días antes que hace 20 años, según dijo el presidente de la empresa española Familia Torres, propietarios de bodegas en los dos lugares antes mencionados.
Sudáfrica, el séptimo mayor productor vinícola del mundo, se ha visto afectado por la sequía y una crisis de abastecimiento de agua, y es probable que la producción de vino baje más del 20% este año.
El estado de Oregon, Estados Unidos, que se viene sumando recientemente a las grandes ligas del vino mundial, más bien se está viendo beneficiado por el cambio climático, porque las temperaturas se han ido adecuando en las últimas décadas para que en sus viñedos se cultive la uva pinot noir.
En Mendoza, Argentina, tierra del malbec reconocida a nivel mundial y una de las 10 capitales globales del vino, los efectos del cambio climático ya se sienten en los viñedos, como apuntamos más arriba. Pero al parecer aún no afectan la producción ni la calidad de los vinos. Al contrario, el nivel de excelencia de las etiquetas locales es cada vez más reconocido internacionalmente y las crecientes exportaciones de vinos de media y alta gama así lo demuestran. Sin embargo, un informe estadístico de la Agencia Global Wine Risk Index, publicado a mediados de 2017, detallaba que, en el ránking de los sitios vitícolas del mundo con mayor riesgo climático, Mendoza estaba primero, porque, argumentaban, aquí concurre «toda la gama de peligros naturales, sismos, granizo, inundaciones…».. Evidentemente, se trata de datos malinterpretados.
En el mismo dudoso ránking se situaban Georgia y Moldavia, «países que obviamente tienen un PBI bajo pero en los que la contribución del vino al PBI es muy elevada». El noroeste de Eslovenia estaba en la cuarta posición, mientras que el valle de Yaruqui, en Ecuador, y la ciudad de Nagoya, en Japón, compartían el quinto puesto.
El noroeste de Eslovenia está en cuarta posición, mientras que el valle de Yaruqui, en Ecuador, y la ciudad de Nagoya, en Japón, comparten la quinta, según el «Global Wine Risk Index«, que evalúa los riesgos en la producción de vino.
El rol del Estado argentino contra el cambio climático
La República Argentina firmó y ratificó la Convención de Cambio Climático y adhiere al Protocolo de Kyoto. Actualmente, la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable, que depende del Ministerio de Salud Pública de la Nación, está elaborando la Estrategia Nacional de Mitigación del Cambio Climático, en un proceso de concertación con las provincias, los sectores de la energía y la producción, y la sociedad civil, en el marco de una donación del Fondo del Medio Ambiente Mundial (GEF).
Por otra parte, para darle al tema de los cambios climáticos la atención integral que exige, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha ayudado a establecer un Gabinete Nacional de Cambio Climático que reúne a 17 entidades de gobierno para integrar los aspectos climáticos en todo el abanico de políticas públicas. Entre sus primeros logros se cuenta: establecer metas más ambiciosas para la reducción de emisiones, en su Contribución Nacional Determinada. Las autoridades nacionales y provinciales argentinas están trabajando juntas para desarrollar una plataforma de inventario de gases de efecto invernadero que rastree las asignaciones de emisiones a diferentes provincias.
En 2018, con Argentina presidiendo el Grupo de los 20, el PNUD trabajó estrechamente con otras agencias de las Naciones Unidas y el Instituto de Recursos Mundiales (WRI) para desarrollar el pensamiento y el consenso, en torno a la importancia vital de las estrategias a largo plazo para acelerar la acción climática, desarrollar la capacidad de recuperación y avanzar hacia un crecimiento inclusivo. Argentina propuso que el Grupo aborde el tema, y los miembros adoptaron posteriormente una hoja de ruta para la adaptación.
En el siguiente video se presenta la opinión del presidente de Francia Emmanuel Macron, sobre las medidas a tomar frente al cambio climático y los recientes incendios forestales en el Amazonas, Brasil, así como su llamado a los países para aliarse y buscar una solución.
El agua, factor crítico
Fidel Roig, investigador principal del Conicet y director del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianigla) de Mendoza, asegura: “El rápido retroceso de los glaciares en los Andes y otras regiones montañosas del mundo es considerado como uno de los signos más claros del calentamiento que ha experimentado el planeta en las últimas décadas”,
Esta situación es muy clara con el frente del glaciar Viedma, ubicado en Santa Cruz y uno de los más grandes de América Latina, con 737 kilómetros cuadrados de superficie, que retrocedió en forma acelerada más de tres kilómetros en los últimos 50 años, según un estudio del que fue parte el director del centro de investigación Glaciarium, Pedro Skvarca.
“Estas masas de hielo tienen también un rol trascendente en el desarrollo productivo como componentes importantes del sistema hidrológico del país”, dice por su parte la bióloga Edith Liquitay, miembro del Centro Integral de Estudios Estratégicos de San Juan. “Hacen una contribución al caudal de los ríos andinos al aportar agua de deshielo, lo que ayuda a minimizar los impactos de las sequías en las diversas actividades económicas”, afirma.
El estudio Water Resources, del científico estadounidense Peter Gleick, afirma que los glaciares almacenan alrededor del 70 por ciento del agua dulce del planeta. De allí la enorme importancia de su cuidado para el presente y el futuro de la humanidad.
Casos recientes y preocupantes
Groenlandia: La ola de calor que afecta Groenlandia tendrá consecuencias en todo el planeta. Sólo durante el mes de julio de 2019, la capa de hielo de Groenlandia perdió 160.000 millones de toneladas de hielo, según Clare Nullis, portavoz de la Organización Meteorológica Mundial de la ONU.
La superficie de derretimiento en Groenlandia está cerca del 60% del total, según los primeros indicios, aunque algunos científicos lo elevan al 87%. La segunda mayor capa de hielo del mundo continúa derritiéndose a pasos agigantados y esto se traduce a un aumento del nivel del mar y en lluvias torrenciales en Europa.
La ola de calor del Sahara, que afecto a principios de julio a España y todo el sur de Europa, se desplazó hacia el norte y se instaló en Groenlandia, como ya advirtió la Organización Meteorológica Mundial. Esta subida de los termómetros está acelerando el deshielo. El 56% de la región está afectada por el derretimiento (zona de hielo sometida a temperaturas superiores a 0º C, incluso en las zonas más altas de Groenlandia.
La periodista Laurie Garrett difundió en su cuenta de Twitter este video desde un puente en Kangerlussiauq, Groenlandia, que fue reconstruido recientemente después del deshielo de 2012 que llegó a niveles récord.
Amazonas: Los incendios suponen este año un 60% más que el año anterior, llegando a más de 33.000 incendios en 2019 en la Amazonia brasileña.
La Amazonia es considerada el pulmón del mundo porque absorbe millones de toneladas del dióxido de carbono presente en la atmósfera. Al reducir la cantidad mundial de este gas de efecto invernadero que calienta el planeta, contribuye a frenar el cambio climático.
Claudio Maretti, vicepresidente de la Comisión Mundial de Áreas Protegidas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), transimitió su preocupación:
«La Amazonia atrae la humedad del océano Atlántico. Una vez que circula en la atmósfera hasta los Andes baja hacia el sur. En sentido a Paraguay y Buenos Aires. Si esta humedad se reduce por la desforestación habrá menos lluvias en el norte de la Argentina»
Se trata de un fenómeno que, a criterio de este especialista, fue, sin lugar a dudas, producido por el hombre para ganar tierras deforestadas y propiciar la actividad ganadera, de manera ilegal.
«La disminución de humedad afectará a la producción agropecuaria», sostuvo el científico, que coordina además el III Congreso de Áreas Protegidas de Latinoamérica y Caribe.
El presidente de Brasil Jair Messias Bolsonaro, tambió brindó su teoría sobre el fenómeno de los incendios, regún registró el canal T13 de Chile:
¿Cómo sigue?
El mensaje de la Organización de Naciones Unidas (ONU) es alarmante: tenemos 11 años para limitar la catástrofe del cambio climático, es decir para que el incremento de temperatura de la Tierra respecto de los niveles preindustriales alcance un máximo de 1,5℃. Por encima de este valor, incluso aumentando solamente medio grado más la temperatura, hasta 2℃, la situación empeorará significativamente, multiplicándose las sequías, inundaciones y olas de calor extremo. Con ello, aumentando el riesgo de pobreza para cientos de millones de personas.
Los efectos que apreciamos son sequías cada vez más largas y extremas en todo el mundo, tormentas tropicales más severas debido a las temperaturas más cálidas del agua del océano, disminución de la presencia de nieve en las cordilleras y desaparición de glaciares y del hielo y la nieve en zonas polares.
Si cambia el clima, cambia nuestro medio ambiente y nuestra economía, nuestra manera de vivir. Y con este cambio, todos los organismos vivos deben adaptarse a unas nuevas condiciones o están destinados a desaparecer. La comunidad científica ha observado cambios en los sistemas físicos y biológicos que no ofrecen lugar a dudas sobre este proceso.
Fuentes: Acenologia.com; Fundación Hábitat & Desarrollo; www.news.un.org; PNUD; argentinambiental.com; De vinos y vides; Diarios Diario de Cuyo de San Juan, Clarín, La Nación, La Vanguardia, Finca Propia, Lared21 Uruguay y Diario publicable.com.