La autora, sommelier y especialista en pisco, es la principal embajadora de la bebida nacional peruana en el mundo. Escribió varios libros sobre el tema y da clases en las universidades San Martín de Porras, San Ignacio de Loyola, Universidad del Pacífico, Universidad de Piura y en el Instituto de Alta Cocina D’Allia. En febrero, con organización del Consulado de Perú en Mendoza, ofreció una cata para chefs, periodistas y sommeliers en el Instituto Nacional de Vitivinicultura de la capital mendocina.
Con esta nota, especialmente escrita para Enolife, Villagarcía da inicio a una serie de artículos sobre el aguardiente de uvas típico del Perú, donde se destiló por primera vez a principios del 1600.
El Perú es un país maravilloso, con una gran diversidad que se expresa en cada rincón de su bella geografía, así como en su gente, música, bailes, arte, cultura y gastronomía. Y el pisco es protagonista indiscutible de esta gastronomía. Este delicioso destilado con más de 400 años de historia, es una de las 10 denominaciones de origen que tiene Perú y, sin duda, la más importante por toda la historia y tradición que hay detrás.
Su nombre proviene de la palabra quechua «Pishjo», que significa ave o pájaro. Por lo tanto, muchos años antes de que llegasen los españoles a Perú, cuando los incas bajaron a la zona costera al mando del mítico Pachacútec, avistaron cientos de aves guaneras sobrevolando una bahía que había albergado diversas culturas y fue así como bautizaron este lugar como Pisco. Es más, en el primer mapa de Perú del año 1574, confeccionado por Diego Méndez, ya aparece la región bajo ese nombre: “Pisco”. Y es precisamente este el lugar que le da el respaldo a nuestra denominación de origen.
El pisco es elaborado en 5 regiones de Perú: Lima, Ica, Arequipa, Moquegua y Tacna, y con base en 8 variedades de uvas, como son quebranta, negra criolla, mollar, uvina, italia, torontel, moscatel y albilla. Y su magia radica precisamente en esta gran diversidad que nos regalan las uvas pisqueras, dotadas de característicasúnicas e inconfundibles. Ocho cepas que entregan un producto final con características tan diferenciadas, que convierten al pisco en un destilado sumamente sofisticado y versátil, que se puede disfrutar de diversas maneras.
Con el pisco se pueden crear y preparar infinidad de cocteles. Asimismo, es un ingrediente de lujo en la cocina, pero también es perfecto para acompañar postres o para preparar macerados (licores elaborados por la extracción de los sabores y aromas de hierbas, frutos secos y otros productos, reposados en el pisco durante un tiempo). Por supuesto se puede -y se debe- disfrutar puro, y es preferible tomarlo a besitos, gota a gota.
Además, existen más de 500 productores en las cinco regiones; por lo tanto, hay una gran cantidad de bodegas pisqueras en hermosos parajes desde Lima hasta Tacna: Surco, Chancay, Huaral, Huacho, Pachacamac, Santa Cruz de Flores, San Antonio, Azpitia, Mala, Quilmaná, Lunahuaná, Pacarán, Zúñiga, Cañete, Chincha, Pisco, Ica, Nasca, Ingenio, Camaná, Caravelí, Majes, La Joya, Vítor, Aplao, Huancarqui, Moquegua, Ilo y Tacna. En su gran mayoría, bodegas artesanales y pintorescas que es un placer visitar.
Adicionalmente, los tipos de pisco son tres: puros, que se elaboran con una sola variedad de uva. Acholados, que se elaboran con dos o más tipos de uvas pisqueras y son como los blends o vinos de corte. Y los mostos verdes, elaborados con cualquiera de las ocho uvas pisqueras, pero con mostos que no culminaron su fermentación.
El pisco es un destilado peruano delicioso, versátil y lleno de magia. Con una inmensa variedad de aromas, sabores y sensaciones provenientes de las ocho uvas con que se elabora en cientos de entrañables bodegas pisqueras desplegadas a lo largo de las cinco regiones productoras.
Un destilado que, definitivamente, sabe a Perú.