Junto al lago Biel, en el cantón de Berna, los esposos Bárbara y Markus Petrig tienen un viñedo encaramado a las laderas de los cerros, un lugar difícil de trabajar pero productivo. Fieles a su vocación solidaria, desarrollaron un proyecto singular: contratar a personas con capacidades diferentes para ofrecerles un medio de vida y desarrollar sus personalidades en un ambiente acogedor. Con ese equipo calificado, elaboran 10.000 botellas al año de vinos pinot noir, chasselas y su emblema, el espumante Millesime, que se vende sólo en algunos restaurantes «con onda» de Suiza. Una idea para replicar. Una historia de amor por los semejantes.
El viñedo Chante Merle se encuentra en una ubicación privilegiada en La Neuveville, en el cantón de Berna, Suiza. Como en muchas zonas del lago Biel, aquí se elaboran vinos como el Chasselas y el Pinot Noir, entre otros. Con 3,5 hectáreas de viñedos, la finca no es de las más grandes ni de las más pequeñas. Sin embargo, hay algo que la hace especial: empleados con y sin capacidades diferentes trabajan juntos, codo a codo para producir cerca de 10.000 botellas de vino cada año. Más que una simple bodega, es un lugar con propósito, inclusión y una artesanía excepcional.
Dirigido por Bárbara y Markus Petrig, esta finca bernesa es también un proyecto pionero de integración, donde personas con y sin capacidades diferentes colaboran diariamente en el viñedo. Con un enfoque en vinos de alta calidad como Chasselas, Pinot Noir y su espumante emblemático Millésime, Chante Merle destaca no sólo por su viticultura en laderas empinadas, sino por su emotiva misión de inclusión y sentido de propósito.
El proyecto de integración Chante Merle ofrece empleo a adultos con capacidades diferentes. Los propietarios de la finca, Bárbara y Markus Petrig, no son sólo viticultores, sino también maestros especializados en educación especial.
«A diferencia de la mayoría de los otros campos de actividad, aquí se crea un auténtico sentido de cooperación entre empleados con y sin capacidades diferentes. El trabajo manual simple es absolutamente necesario en la viticultura y, por lo tanto, es importante y satisfactorio. Los trabajadores interesados también tienen la oportunidad de aprender a operar máquinas sencillas y comprender su mecánica (transportadores de cadenas, excavadoras pequeñas, etcétera», explica la pareja propietaria.
El personal está formado por profesores de educación especial capacitados y supervisado por trabajadores sociales. Además se consulta a expertos (viticultores, dueños de grandes explotaciones, etcétera). Las tareas realizadas son varias, incluyendo la venta de vino y otros productos agrícolas, que permite a sus empleados tener contacto directo con los clientes. «Esto les ayuda a aprender a comunicarse, actuar y evaluar mejor el valor del dinero. La proximidad y la distancia son aspectos de aprendizaje importantes de este programa integrador.», cuentan Bárbara y Markus.
También se promueven las habilidades artesanales en la renovación y el mantenimiento de edificios, ya que la finca dispone de herramientas y máquinas profesionales en las áreas de carpintería y metalistería, así como albañilería y pintura. En todos los ámbitos también se organizan prácticas de prueba fuera de la institución.
La finca estaba abandonada
En 1989, la pareja recibió la oportunidad de hacerse cargo de una finca que había quedado vacía. Bárbara y Markus querían combinar su labor como viticultores con su vocación en la educación social. Después de todo, el trabajo bien estructurado que implica la viticultura es ideal para personas con discapacidades cognitivas. Así nació la idea de fundar una pequeña institución de educación curativa.
Pasó mucho tiempo y se enfrentaron a un proceso burocrático complejo antes de poder recibir a sus primeros residentes en 2002. También fue necesario llevar a cabo importantes obras de construcción. “Cuando llegamos, el lugar estaba completamente descuidado”, recuerda Markus. Además, ya no quedaban viñas en las empinadas parcelas de terreno; como no era posible trabajarlas con maquinaria, las pendientes habían quedado en barbecho desde la segunda mitad del siglo XX.
En la actualidad, tres hombres con capacidades diferentes viven en la finca junto a los Petrig, y otros dos residen fuera pero trabajan diariamente en el viñedo. El equipo también incluye a varios empleados temporales, algunos con formación pedagógica -sin ellos, la bodega Chante Merle no podría funcionar tal como lo hace actualmente.
Los viñedos en pendiente que nadie quería
Las parcelas del viñedo tienen algo en común: son viñas situadas en laderas empinadas que nadie más quería. “Buscábamos precisamente este tipo de terrenos, donde se requiere mucho trabajo manual”, explica Markus. De esta forma, los participantes del proyecto pueden involucrarse activamente y aportar al máximo.
Cada año, el equipo produce cerca de 10.000 botellas de vino. De todas ellas, la que más orgullo le da a Markus es el Millésime: un vino espumoso que se deja reposar sobre lías durante tres años y se fermenta en botella según el método tradicional del champán. Sus vinos de calidad se distribuyen a clientes particulares y algunos restaurantes selectos en toda Suiza.
Trabajo real, no terapia ocupacional
Según Bárbara, han logrado que las personas con capacidades diferentes participen de manera más plena en una rutina diaria normal, más que si vivieran y trabajaran en una institución convencional. Están integradas en la empresa, se identifican con los productos y realizan una contribución importante. “Nosotros no ofrecemos terapia ocupacional, ofrecemos trabajo real”, afirma.
«Las personas con capacidades diferentes tienen necesidades, deseos y metas de vida individuales. Consideramos que nuestra principal tarea es ayudar a las personas a alcanzar estos objetivos de vida y ofrecerles campos de trabajo adecuados. También es importante para nosotros ofrecer a nuestros empleados apoyo para que puedan llevar una vida lo más independiente e integrada posible en la sociedad.» dicen desde su página web.
Pero no todo es trabajo, el uso significativo del tiempo libre se está convirtiendo en una cuestión cada vez más central en la vida de todas las personas. Por ello, en Chante Merle apoyan activamente a sus empleados para que encuentren sus actividades preferidas en las áreas de deporte, música, teatro, etcétera.
El proyecto de integración de Chante Merle es una pequeña institución de educación especial que ofrece colocaciones temporales y permanentes para adultos con discapacidades intelectuales.
Mientras su esposo se va retirando poco a poco del negocio debido a su edad, Bárbara sigue completamente involucrada. Cuenta con el apoyo de su hijo, quien se encarga de la contabilidad, y de su hija, Anna Petrig, una maestra en educación curativa con experiencia en el viñedo. Tal vez algún día ella tome las riendas del proyecto. Pero aún no ha llegado ese momento. Para Barbara Petrig, es demasiado pronto para dejar atrás un proyecto que lleva tan profundamente en el corazón.
Fuente: Grandes Capitales del Vino, por Carmen Stalder, de Swiss Wine Promotion. Fotos: Chante Merle